Un Papa, Benedicto XVI, pisó ayer por primera vez el más importante templo del anglicanismo, la londinense Abadía de Westminster, donde imploró la unidad de los cristianos y destacó la importancia de testimoniar el mensaje de Cristo en una sociedad "cada vez más indiferente e incluso hostil al mismo". Acompañado del arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia anglicana, Rowan Williams, y otros arzobispos anglicanos, Benedicto XVI participó en una ceremonia ecuménica en el monumental templo donde fueron coronados la mayoría de los monarcas ingleses desde 1066, incluido Enrique VIII, el rey que rompió con el Vaticano y se proclamó cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

"Vengo como peregrino de Roma para rezar ante la tumba del rey san Eduardo el confesor y unirme a vosotros para implorar el regalo de la unidad entre los cristianos", dijo el Papa ante unas 2.000 personas, entre ellas algunos miembros de la familia real británica, que asistieron al acto.

En referencia al lugar, dijo que la arquitectura e historia de la abadía de San Pedro de Westminster –su nombre completo– hablan de manera elocuente de la herencia común de fe y recuerda a católicos y anglicanos que los que les une a Cristo es más de lo que les separa.

Detenciones

En la calle, algunas protestas por la presencia del Papa; en la opinión pública británica, más bien indiferencia por esta visita, y para la Policía una jornada dura vivida en estado de alerta. Seis hombres, todos ellos de origen argelino, fueron detenidos a lo largo del día en relación con una posible amenaza terrorista contra el papa. Son varones, con edades entre 26 y 50 años. Las autoridades tratan de establecer el alcance de la amenaza que supuestamente planteaban los sospechosos, aunque no se cree que preparasen ningún atentado masivo. En todo caso no se modificaron las medidas de seguridad ni el itinerario, ni cambió el nivel de alerta terrorista.

Benedicto XVI, que hoy se verá con el primer ministro británico, el conservador David Cameron, señaló en su discurso que "en un mundo caracterizado por una creciente interdependencia y solidaridad y en una sociedad cada vez más indiferente o incluso hostil al mensaje cristiano, tenemos que proclamar con renovada convicción la realidad de nuestra reconciliación y liberación en Cristo y proponer el Evangelio como la clave de un desarrollo humano auténtico e integral".

Un discurso en el lugar donde se condenó a muerte a Tomás Moro

Benedicto XVI habló ayer en Westminster, en el mismo lugar en que en 1535 el teólogo y canciller del rey Enrique VIII, Tomas Moro fue condenado a muerte y finalmente decapitado por no adjurar de la fe católica. El lugar de la condena fue la llamada Westminster Hall, la parte más antigua del Parlamento británico, construida en estilo gótico en el siglo XI. Moro, un hombre muy cercano en su día al monarca británico, fue acusado de alta traición por no reconocer al rey como cabeza de la Iglesia inglesa.

En 1935, justamente cuatro siglos después de su muerte, fue canonizado por la Igleseia Católica.