El 26 de noviembre de 2008, un gallego ocupaba las portadas de los diarios de todo el mundo. José Cendón era secuestrado junto al británico Colin Freeman en Somalia. 39 días de cautiverio. No obstante, Cendón siguió viviendo en África y trabajando por dar a conocer Somalia al resto del mundo. Con un reportaje sobre este país que fue publicado por la revista dominical “Magazine”, de FARO DE VIGO, acaba de ganar el premio Ortega y Gasset a la Mejor Información Fotográfica.

-¿Qué relevancia le otorga usted a este premio?

-Siempre es agradable ganar premios. Significa un reconocimiento a nivel nacional que no está mal. Me alegro un montón porque los premios que había ganado hasta el momento eran internacionales y aquí en España nunca había publicado nada. Este fue el primer reportaje que publiqué en muchos años aquí y por eso fue la primera oportunidad de enviar algo al Ortega y Gasset.

-¿Qué pretendía con ese reportaje sobre Somalia?

-El encargo llegó cuando me liberaron. “Magazine” me dijo que estaba interesaba en un reportaje sobre Somalia y yo recopilé unas fotografías que había tomado en aquel país a lo largo de mis viajes y escribí el texto. Básicamente fue eso, contar mis experiencias en el país e ilustrarlo con esas imágenes. Como Somalia es un país que casi nadie conoce, ni aquí ni en ninguna parte, intentaba acercarlo un poco a los lectores españoles.

-El jurado destacó no sólo el “valor humano” de las imágenes, sino también su calidad técnica en “circunstancias conflictivas”. ¿Sentía miedo?

-Claro que algunas veces tienes miedo, pero se supone que tenemos que ser los expertos en esa situación. En cierto modo a mí me pagan por hacer fotos -y yo siempre intenso ser lo más profesional que puedo-, pero también por acercarme a esas situaciones conflictivas y superar este miedo para tomar esas imágenes. Esas circunstancias las considero parte de mi trabajo, que no es sólo hacer fotos, sino también llegar hasta allí y, una vez allí, sortear todos los obstáculos para conseguir esas imágenes.

-Tras su secuestro, ¿no le arredran más esos riesgos?

-Sinceramente, no cambió nada. Para mí fue una experiencia muy fuerte, tuve suerte de salir con vida, pero no cambió para nada mi modo de entender el periodismo y de seguir interesándome por los mismos temas. Insisto: lo del riesgo lo tomo como parte de mi trabajo. No me quejo porque me hubiera pasado esto porque sabía donde me metía y, cuando te metes en la boca del lobo, de vez en cuando te muerde.

-¿Qué planes tiene ahora?

--Me acabo de mudar a Sudáfrica. Necesitaba cambiar de aires. Llevaba casi seis años en África del Este y no sé, me acostumbré demasiado a ver siempre las mismas cosas. Creo que perdí un poco la perspectiva. Estaba un poco cansado, sobre todo de no ver los cambios que me gustaría ver, y perdí la capacidad de sorprenderme con lo que veía. Decidí irme por una temporada a Sudáfrica porque es totalmente diferente. Creo que fue una buena decisión. Para mí es muy enriquecedor. Cuando llegas a un sitio nuevo abres mucho los ojos y empiezas a ver un montón de cosas y de historias. Sudáfrica me parece un país interesante, con un racismo brutal, unas contradicciones grandísimas, una diferencia entre pobreza y riqueza enorme, que no veía en ningún país africano antes, y me interesa mucho esa realidad social. El apartheid todavía a día de hoy está muy vigente. Y nada, ahora estoy intentando descubrir aquel país y contar historias. Ya tengo unas cuantas en la cabeza, pero todavía tengo tiempo para ponerme a ello.