"Soy un hombre feliz. Estoy junto a mi familia, mis amigos y colegas. Pero me sentiré más feliz todavía si os agrada esta velada", señaló Rostropóvich durante la recepción en su honor que le ofreció hoy el presidente ruso, Vladímir Putin, en el Kremlin.

Desmejorado y delgado, debido a un larga enfermedad, el músico recibió de manos de Putin la Orden al Mérito por su "contribución al desarrollo de las artes musicales en todo el mundo y sus muchos años de actividad creativa".

Entre los muchos invitados se encontraban la infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, que representaron en el acto a la familia real española, con la que Rostropóvich mantiene grandes lazos de amistad.

Hasta el último momento no se supo si el músico sería capaz de asistir a su homenaje, pues desde el pasado día 7 permanece en una residencia de descanso en las afueras de Moscú, tras someterse a una delicada operación quirúrgica.

Amigo personal de monarcas y estadistas, pero también convencido valedor de la gente sin voz, Rostropóvich, tal y como lo había prometido, celebró su octogésimo cumpleaños en Rusia.

Con motivo del aniversario del maestro, la Gran Sala del Conservatorio de Moscú ofreció un concierto de gala donde sonaron cien violonchelos a la vez.

Los organizadores pensaban dar prólogo al homenaje a Rostropóvich con un concierto sin precedentes -con ochenta chelos en el escenario-, pero luego decidieron elevar ese número a un centenar, en una clara alusión al deseo de que llegue a los cien años.

Su esposa desde hace 52 años, la diva de la opera Galina Vishnévskaya, había dado a entender que Rostropóvich asistiría, aunque sea en una silla de ruedas, a la recepción en su honor en el Kremlin.

"No pasa nada, hasta el presidente norteamericano Roosevelt gobernó el país sentado en una silla", dijo Vishnévskaya ante las cámaras de televisión.

No obstante, Rostropóvich se puso de pie y se sacó de la manga un emocionado brindis en el que dio las gracias a todos los presentes.

En el turno de réplica, Putin aseguró que la trayectoria del músico es una buena muestra de que "el arte y la moral son inseparables".

"Rostropóvich no sólo es conocido como violonchelista, sino también como defensor de los derechos humanos y la libertad espiritual, firme luchador por los ideales de la democracia", dijo.

El homenaje a Rostropóvich en Moscú es un intento de Rusia de "saldar la deuda" con el músico universal, que en su momento tuvo que pagar caro su intolerancia ante la injusticia en cualesquiera de sus manifestaciones.

Así ocurrió cuando Rostropóvich en 1969 dio refugio en su casa de campo cerca de Moscú al disidente y escritor Alexander Solzhenitsin, y salió en su defensa en una carta abierta que envió al diario Pravda, órgano del todopoderoso Partido Comunista.

"Lo mejor que he hecho en esta vida es, tal vez, no la música, sino la carta al Pravda, ya que a partir de aquel momento mi conciencia está limpia", escribió Rostropóvich en sus memorias.

Aquella manifestación de desacuerdo del músico con la política oficial del Estado soviético no pudo dejar de ser castigada: en 1974 Rostropóvich y Vishnévskaya se vieron obligados a abandonar el país y cuatro años después fueron privados de la ciudadanía soviética.

"Mantienen desde hace muchos años relaciones amistosas con los monarcas de España, el rey Juan carlos I y la reina Sofía, quienes estiraron la mano en ayuda al maestro tras su salida de la URSS en 1974", recuerda el diario Izvestia.

El músico de fama mundial era capaz, sin embargo, de dejarlo todo y viajar con urgencia allí donde consideraba que su presencia era imprescindible, como ocurrió durante la caída del muro de Berlín en 1989.

Entonces, Rostropóvich atrapó la imaginación del mundo entero cuando ofreció un recital improvisado de violonchelo en medio de las ruinas del símbolo de la Guerra Fría.

Durante la intentona golpista en la Unión Soviética en agosto de 1991, Rostropóvich también empacó los bártulos en París y, sin avisar a sus familiares, llegó a Moscú y se sumó a los defensores de la Casa Blanca, la sede parlamentaria, con un fusil Kaláshnikov en las manos.

"Pensaba que me podían matar. Pero aun así, el mundo se enteraría de lo que ocurrió en Rusia", dijo sobre los sucesos de agosto de 1991, que ese mismo año condujeron al fin de la URSS y a la aparición de quince nuevos estados en el espacio postsoviético.

Bienvenido en cualquier rincón del mundo, laureado con numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Príncipe de Asturias de la Concordia 1997, Rostropóvich confiesa que, a pesar de todo, "no hay otro país que quiera más que a Rusia".