Siguiendo con la filosofía china del ying y el yang -concepto de los contrarios u opuestos-, Yolanda Sanz estableció una correspondencia entre los alimentos y las emociones. "El equilibrio emocional depende, entre otros factores, del equilibrio alimenticio -argumentó-. Los aminoácidos que provienen de las proteínas forman neurotransmisores; la carencia de calcio produce insomnio, nerviosismo, alucinación y depresión; la falta de hierro origina depresión y fatiga, y en los niños, retraso psicomotor".

Recordó que nuestros órganos trabajan con la materia prima que les proporcionamos a través del alimento, y esto mismo es lo que dijo hace 2.500 años Hipócrates: "Somos lo que comemos".