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Cristina Pusone Kruckenberg: "El principal consejo de mi madre fue ser yo misma siempre"

"Fuimos muy libres en mi casa; a veces, demasiado", opina

El espíritu de María do Carme Kruckenberg pervive en su poesía pero también en su obra social: familiares, amigas y conocidos que coinciden en alabar a una mujer excepcional que se mostraba más parca en palabras en el hogar que fuera.

"Mi madre -recuerda Cristina Pusone que exige que la tuteen, de lo contrario, no hay entrevista- era muy habladora fuera pero, en casa, era más circunspecta, porque todos tenemos nuestra vida. Somos hija única e hija única, ambas muy lectoras. Nos educamos con mi abuelo, que era cultísimo y gracias a él nos aficionamos a todo tipo de cosas, hasta científicas. Él hasta sabía de Biología, Física... Era como un hombre renacentista. Mi casa, era muy divertida. En ella, se hablaba de ópera, incluso se ha hablado en endecasílabos en la comida. Yo llegaba del colegio y decía: "Me están enseñando las rimas". Entonces, decían: "Pues vamos a hablar en octavas reales". Era una casa muy pintoresca. Estoy orgullosísima de haber nacido en esa casa.

- ¿Cuál fue el principal consejo de vida que te dio tu madre?

- Ser yo misma, siempre. Al que le guste, bien; y al que no, no pasa nada. Es imposible gustar a todo el mundo. Yo, de pequeña, era muy espontánea y me gustaba que todo el mundo me quisiera. Ella me dijo un día que no, que era imposible. Yo me di cuenta enseguida y me convertí en insumisa y, a ella, le gustó mucho más.

- ¿Cómo viviste la creación de tu madre?

- Hablaba conmigo pero yo también escribo, ¿sabes?, yo también tengo mi mundo. Incluso de pequeña, me pedía consejos sosbre las cosas que escribía. A mí, me gustaba todo lo que hacía. Fuimos muy libres en mi casa; a veces, demasiado, porque ahora vivo en Andalucía y Andalucía es muy complicada para esto. Tengo una lucha fortísima con ser yo misma allí.

- En los últimos años, a causa de su enfermedad...

- Fue durísima.

- Me daba la impresión de que en esos últimos años, sufría mucho por estar limitada, hasta le costaba pedir ayuda.

- Lo peor para ella, yo creo, fue dejar de ser independiente. El último año fue tan duro que ya no me hablaba. Me cogía la mano, me decía hola al llegar y nada más. Como era un párkinson muy agresivo, en el último mes se quedó en un tamaño reducido y con una mente reducida, espero. Espero que no fuese consciente de ese proceso. No se lo merece nadie. Yo venía todos los meses y cada mes que venía llegaba a no reconocer su cara. Ella, que era muy presumida, obligó a quitar el espejo del cuarto de baño cuando la bañaban los enfermeros. Hasta que se le fue la cabeciña, murió con las botas puestas.

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