Antón Pulido engrosa la lista de galardonados con el Premio Trasalba, que concede anualmente la Fundación Otero Pedrayo, que recibirá el próximo sábado día 28 durante la tradicional romería literaria en la Casa Grande de Cimadevila. Para el artista ourensano afincado en Vigo este es un reconocimiento especial, ya que conoció personalmente a Ramón Otero Pedrayo, "don Ramón", quien fue uno de sus padrinos de una de sus primeras exposiciones y uno de los responsables de que se decidiese por la pintura en un momento en que se debatía entre esta y la música.
-¿Qué supone este premio para usted?
-Es muy especial porque es como si me lo diese alguien de mi familia, porque conocí y fui un gran amigo de don Ramón (Otero Pedrayo). Él y Ferro Couselo apadrinaron mi segunda exposición. Además, yo soy de Amoeiro, al lado de Trasalba, por lo que además del valor del premio está el de recibirlo allí. La primera vez que lo vi estaba yo en el Seminario de Ourense, tendría 13 años, y él fue a dar una conferencia, aunque personalmente lo conocería dos años después, en Trasalba.
-¿Cómo era don Ramón?
-Era un hombre muy vital, siempre dispuesto a ayudar a la gente joven. A mí siempre me trató con mucha alegría. Siempre iba a hacerle una visita, en mi bicicleta. Años después, en 1974, pintaría el retrato que preside precisamente el salón de actos de la Casa Grande de Cimadevilla.
-¿Y ya en aquella época tenía claro que quería dedicarse a la pintura?
-Desde muy pequeño sobresalía en dibujo. Dibujaba cualquier cosa, y cuando comencé en el Seminario empecé a dar clases de pintura, pero la verdad es que estaba entre la música y la pintura, aunque también era un gran deportista, capitán de baloncesto. Era un auténtico atleta.
-¿Qué le hizo decidirse por la pintura y no por la música?
-La verdad es que tuve mis dudas porque nada más llegar me escogieron para el coro del Seminario y siempre estuve muy ligado a la música. Tocaba el violín, la bandurria, el piano, el laúd, hice tres cursos de gregoriano en Salamanca, y también era el solista de la escuela y dirigí una rondalla de setenta personas. Luego hice Magisterio, aunque seguía pintando y ganó algunos premios en Ourense. Entonces, Otero Pedrayo me me animó para que hiciera una exposición. Me dijo que le gustaba mucho lo que hacía.
-Daba clases y pintaba...
-Siempre compaginé docencia y pintura. Empecé de maestro en Trevinca. Allí pintaba las montañas y luego me marché a Barcelona, donde dirigí un colegio y estudié Bellas Artes. Tuve la suerte de trabajar con los mejores grabadores. Y después me trasladé a Vigo, donde di clases en el instituto Álvaro Cunqueiro.
-¿Qué diría que es lo más importante para ser un gran artista?
-Creo que lo más difícil es crear un estilo diferente, crear tu propio estilo, tu sello personal, y esto es lo que te da autenticidad. Y para esto, lo más importante es ser auténtico y no dejarse llevar por lo que ves, sino por lo que gusta a ti. El artista tiene que disfrutar con lo que hace y esto, al final, se nota. Acabo de terminar la obra de "As apertas" en Peniche, un gigantesco mural y seis bancos que pretenden conciliar el cariño, un trabajo con el que he disfrutado muchísimo. Me gustaría que igual que París tenía su puente de los enamorados, esta plaza sea conocida como la plaza de los abrazos, que la gente que se siente en sus bancos salga cargada de energía positiva.
-¿La gente aprecia la obra pública o pasamos delante de ella sin verla?
-Yo creo que sí la aprecia porque cambia su entorno. Antes esta plaza era un sitio oscuro y casi intransitable de noche, y hoy es un lugar lleno de alegría. Para mí fue una gran responsabilidad hacer esta obra porque es para el disfrute de mucha gente y es para el futuro.
