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Entrevista a una de las grandes autoras de la novela negra

Rosa Ribas: "Contar historias es algo que nos enraiza"

"El franquismo marcó a nuestros padres, a nuestros abuelos. Este país viene de ahí y hay que recordarlo constantemente"

La escritora Rosa Ribas.

Lali, que arrastra el peso de llamarse como la santa y martirizada patrona de Barcelona, es una contadora de historias. Rosa Ribas también. Nacida en el Prat del Llobregat, filóloga afincada en Fráncfort, Rosa Ribas ha dado el paso del noir -es autora de la serie policíaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor- a la novela "personal". Una novela, Pensión Leonardo (Siruela), tejida de memoria, de tiempos en blanco y negro, del miedo a la Social, heridas de guerra y posguerra, álbumes de fotos de color sepia, tebeos y niñas saltando a la comba, de pensiones con derecho a cama limpia y sopa caliente para viajantes y desarraigados. Un pequeño mundo en el que cabe el mundo. Un pequeño mundo que ensancha la imaginación y estrangula la realidad cuando muestra su cara más fea.

Rosa Ribas bucea en la memoria histórica para que las nuevas generaciones sepan lo que era vivir con miedo. Y nunca lo olviden. Pero lo hace desde una memoria infantil que absorbe todo lo que le rodea. Para que nada, ni los pasados oscuros, silencie a los contadores de historias.

-Toda la novela va de lo pequeño a lo grande, del microcosmos de una pensión al retrato de la España de mediados de los 60, de la memoria personal a la colectiva, del sentimiento íntimo al universal.

-Es verdad que parto como base de una historia personal: mi abuelo tuvo una pensión similar, pero la saqué del carácter autobiográfico. Quería algo más universal. Nace de la necesidad de contar historias, las historias nos enraízan. Esa idea me acompañaba todo el tiempo. Parto de un pequeñísimo cosmos, la pensión, cada habitación, cada huésped, diferentes tipos pero con el nexo común del desarraigo. Es un pequeño mundo que contiene el mundo. La vocación era de universalidad.

-No cabe duda de que la niña protagonista, Eulalia, Lali, será escritora de mayor.

-Lali es una narradora nata y ese es el germen. Yo creo que escritora se es por necesidad. Lali tiene el don de la narración, y el de escu- char, y la sensibilidad porque cuando cuenta historias que le han contado piensa en a quién se las está contando ella. No me fío de los escritores que dicen que no leen, notiene ningún sentido. Hay que nutrirse, nutrirse de historias reales, para luego poder transformarlas.

-¿Por qué hay tanta pérdida en el camino de sus protagonistas? La niña pierde a sus amigos y a su abuelo, su padre y sus dos socios son un manco, un cojo y un tuerto, etc.

-Es el reflejo del transcurso de la vida, a base de ganancias, a base de pérdidas. La protagonista, como todos, va creciendo por lo que va perdiendo, eso la hace una persona nueva. Cuando pierde a su mejor amiga, y con ella las historias que le contaba su abuelo, tiene que buscar las suyas propias. Luego está el aprendizaje de la muerte. Pero necesita saber, no pierde nunca ese anhelo; es una narradora, indaga, busca...

-El nombre es la palabra que después no vamos a escuchar más veces en nuestra vida", escribe. ¿Por qué tienen tanta importancia los nombres?

-El apellido es lo que te enraíza, es la familia. Pero el nombre te lo eligen y todos tenemos un nombre por algo, hay una historia detrás de cada nombre. Las personas te vienen con el nombre puesto pero a los personajes se los pones tú y es complicado. A veces hay nombres que no van con la persona. O con el personaje. Y otros que se llevan como un peso.

-En el relato sobrevuela siempre la sombra del régimen dictatorial y las heridas abiertas del franquismo pero no en un primer plano. Los protagonistas no hablan sobre ello. Ahora que se ha levantado el velo de silencio, ¿se ha hablado ya lo suficiente?

-No suficientemente. Hay que saber, es necesario. La gente joven que no lo vivió tiene que saber lo que era vivir con el miedo latente. Es verdad que no lo he llevado al primer plano, porque eran ya 25 años de franquismo, pero está presente en toda la novela. Era algo que llevaban prácticamente metido en el ADN. Y recordemos que ya entonces existía una generación que no había conocido otra cosa más que esa dictadura, que nació con ella.

-¿Qué lecciones puede extraer la España de hoy, inmersa en un proceso de aparente cambio profundo?

-Tiene que estar presente, no se ha hecho, no se ha formado, las cosas no se borran de un plumazo. Aunque, eso sí, no hay blanco o negro, hay matices. Marcó a nuestros padres, a nuestros abuelos. Este país viene de ahí y hay que recordarlo constantemente.

-El DDT, la crema Atrix, el teatro Arnau y sus vedettes, los concursos de la radio, la Mirinda, el Moussel de Legrain, el Fiat 1100, los pichis de cuadritos... ¡parece la ambientación de un capítulo de Cuéntame

-Quería que fuera así, evocador, que se huela, que se escuche. Aunque tampoco me gusta cargar los detalles, son algunas alusiones pero más que suficientes para quien las reconoce.

-Una de las conclusiones de la niña protagonista es desgarradora: "El miedo real no es a los monstruos, al coco, a la mano peluda, al hombre del saco. Mi madre tenía razón: el miedo real es a las personas"". El monstruo no estaba en las pesadillas, sino en la habitación de al lado.

-Claro, la niña al principio queda prendada de él, y él la quiere, pero es un maltratador. Ella no lo quiere ver. Y es así, los enemigos son los otros, casi siempre, no la fantasía. Es así como crece, se hace casi adulta. Lo doloroso de hacerse mayor. Madurar es aprender a vivir con todo eso y aceptarlo y aceptarse finalmente.

-Ese camino iniciático a la vida, a la sexualidad incipiente a la par que inconsciente y a la literatura resulta dolorosa física y emocionalmente para la protagonista y para el lector.

-Pero así es la vida.

-¿Y ese cambio de registro desde la novela negra (ha experimentado con la histórica en El Pintor de Flandes e innovado en el género fantástico con Miss Fifty)?

-Tenía esa inquietud, porque la verdad es que al final mucha gente se encasilla y esta vez quería hacer algo distinto, más personal y emotivo.

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