Con el XXXVIII Premio Azorín de Novela bajo el brazo, Ramón Pernas (Vivero, Lugo, 1952) presentó ayer en Santiago "Hotel Paradiso", una obra en la que convergen dos historias: la de un circo ambulante y la de un anciano ingresado en una residencia, a través de las cuales habla de la soledad en la vejez y de la lucha por mantener la memoria pero sobre todo del abandono de los seres queridos en el último tramo de su existencia. Pero también es una historia llena de esperanza y con sentido del humor, ambientada en la imaginaria Vilaponte que transita gran parte de su literatura.

-Ahora que "Hotel Paradiso" (Planeta) está en las librerías toca venderlo...

-Algo cada vez más duro porque la gente no lee. Y luego está la piratería. El mercado del libro ha caído un 20% por ciento. La piratería es algo que ataca a las sociedades civilizadas.

-¿Cómo viven esto los escritores?

-Con mucho cuidado porque no hay capacidad de respuesta. Hace diez días estuve en París defendiendo una directiva europea que preserve la creación intelectual. La piratería ha hecho que los CD hayan desaparecido prácticamente, apenas quedan cines y la gente ya no compra libros, los piratea. Y ante esto estamos desprotegidos. Pero la industria cultural es un 2% del PIB y hay que protegerla porque, además, los países sin cultura son inviables.

-¿Qué papel juegan los escritores en este contexto adverso?

-El de contar lo que sucede. El libro es una planta que se explaya en medio de un páramo yermo.

-¿Dónde está ubicado este "Hotel Paradiso" y qué historias se viven en él?

-Está ambientado en Vilaponte, donde yo ubico la mayoría de mis novelas. Vilaponte es Viveiro, y cuenta dos historias convergentes. La de un anciano que es recluido por su hijo en una residencia, y la del circo ambulante; dos mundos cerrados y antagónicos que en un momento de la historia convergen.

-Por una parte, habla de la lucha contra el alzhéimer y del abandono de los mayores en forma de reclusión, dice, en residencias de ancianos, y por otra cuenta la historia de un circo ambulante que vive sus últimos días. No suena a historia muy feliz...

-Pero lo es. En mis novelas siempre soy optimista. Tengo que encontrar el oasis en medio del desierto. Esta es una novela con mucho sentido del humor y muy gallega también, llena de los sabores y los colores de Galicia porque aunque hace bastante tiempo que no vivo aquí nunca me he ido de Galicia. Soy un gallego ejerciente.

-¿No le gustan las residencias?

-No. Pero los viejos son incómodos, resultan molestos; por eso se les recluye y condena al olvido en las residencias. Mientras pueden encargarse de los nietos están muy bien, pero un día el marido le dice a la mujer: 'Papá está mayor' y el anciano acaba en un asilo. Es la forma que tenemos ahora de entender la vida.

-¿Y por qué el circo?

-Porque forma parte de mi imaginario y porque, parafraseando a García Márquez, el circo no tiene quien le escriba.

-¿El circo también está condenado al olvido?

-Creo que se 'rechateará'. Ya hay un nuevo circo, como el de Los Muchachos en Ourense, porque aunque cambie visualmente, la esencia sigue siendo la misma.