Un bulto en la ingle al que no le dió importancia fue el síntoma que no pasó desapercibido por su médico, un día que acudió al hospital por otro motivo. En sólo una semana, Raúl Cerdeño descubrió que tenía linfoma folicular y que ese bulto era solo uno de los 51 tumores que tenía a lo largo de todo el cuerpo. Era agosto de 2009 y hoy en día puede presumir de estar totalmente curado.

Raúl reconoce que no se vino abajo con la noticia, los médicos ayudaron. "Me dijeron que era un pronóstico para no asustarse, que me lo tomara más como una enfermedad crónica y no un tumor". Con esta idea en la cabeza se trasladó de Barcelona a A Coruña, donde vivía su pareja, para recibir un tratamiento que, en teoría, sería de seis meses. "Al llegar aquí, sin embargo, me dijeron que la terapia serían dos años. Ahí sí me derrumbe un poco y se lo oculté a mi familia, a mi madre. Les hice creer que me iba dos años a Brasil", relata Raúl, quien defiende el uso de la marihuana para evitar los efectos de la quimioterapia.

Pese a haberlo llevado bien, reconoce que tener un tumor "te cambia la vida". "La enfermedad pasa a ser el eje, el centro de todo", indica. "Una manera de explicarlo es que cuando te diagnostican se te paran los sueños, es decir, los planes, ya no piensas en viajes, en el futuro... Ahora he vuelto a soñar, a pensar no solo en el presente", resalta.