La vida de Erik El Belga daría para una superproducción de cine del mismo metraje que "Cleopatra" o para una serie de diez temporadas, como mínimo. Fue monaguillo, se fugó de la cárcel en Alemania, se casó 5 veces, colaboró en la fuga de El Lute y se estima que perpetró nada menos que 600 robos de obras de arte. Ahora, cumplidos los 72 años, vive y pinta plácidamente frente al mar de Málaga, aunque mantiene esa mirada socarrona del que se autodenomina en sus memorias –publicadas por Planeta– como "el ladrón más famoso del mundo". Tanto, que reconoce que la Policía española llegó a preguntarle "directamente" sobre si tenía pistas sobre la desaparición del Códice Calixtino de Santiago. René Alphonse Ghislain Van den Berghe, el verdadero nombre de Erik El Belga, asegura estar encantado de vivir en Málaga. Acaba de publicar sus memorias, Por amor al arte, donde narra las mil y una aventuras de su vida y omite aquello que no le interesa que se sepa. De mirada traviesa y viva, Erik sostiene que de haber sido un tipo honrado su existencia hubiese sido mucho más "aburrida".

–Lo que más sorprende de su historia es no estar entre rejas...

–Eso es el arte de no caer sobre un trabajo. Jamás me han pillado in fraganti. A veces he tenido problemas, pero nunca he sido detenido después de robar. Es más difícil recorrer 3.000 kilómetros con la pieza y pasarla de país a país que el hecho de robarla.

–¿Es usted muy listo y la Policía muy tonta?

–Bueno, cada uno se prepara como puede o le parece.

–¿Deberían los policías aprender a robar para conocer mejor cómo trabaja un ladrón?

–Claro. El problema de la Policía de este país es que habla pocos idiomas y le resulta casi imposible desplazarse al extranjero para buscar una pieza en Alemania, por ejemplo. Ahora está la cosa más sencilla con esto de internet y la Policía española puede pedir más ayuda a la extranjera para localizar colecciones robadas.

–Usted, como los periodistas, vale más por lo que calla que por lo que cuenta en este libro...

–Hay cosas que no se pueden contar, de eso estoy convencido casi desde que nací.

–El 80% de las obras que robó en España han sido devueltas o recuperadas. ¿Duerme más tranquilo?

–No. De ninguna manera.

–Extraña que no viva retirado en las Bahamas...

–Yo creo que la Florida de Europa es Málaga.

–¿Por qué decidió quedarse en Málaga?

–La Costa del Sol me encanta. Vivo a un paso de la playa y rodeado de restaurantes y cafeterías. Hace diez años que como en el mismo restaurante a diario.

–¿Y le fían?

–Hombre, claro.

–¿Ha tenido que regañar a alguno de sus 5 hijos por robar una goma o un lápiz?

–No, nunca.

–Además de ladrón era falsificador. Un artista, vamos...

–El falsificador es incluso mejor que el artista. Una buena falsificación es más difícil.

–Y pintó para Jesús Gil.

–Sí.

–¿Logró colarle alguna falsificación a Roca?

–No. Roca compraba arte moderno. Pero he tenido muchos coleccionista que me han comprado arte en Marbella.

–Asegura que en España nos empezamos a interesar por el arte religioso a raíz de que usted comenzase a robarlo.

–Por supuesto. Y eso que lo mío no era nada más que la punta de un iceberg del que se desconocía la profundidad.

–O sea, que se aprovechó de que éramos unos inconscientes y unos incultos.

–Totalmente. Hace 30 años en España no había inquietud artística. Nadie se preocupaba de nada. No había dinero para restaurar o conservar arte.

–La policía franquista le partió la boca. ¿Se lo merecía?

–No sé. Pregúntele a Franco.

–¿Hacía tratos con los curas y párrocos de las iglesias?

–Sí, claro. He tratado con docenas de curas que me vendían las obras. Les pagaba en las sacristías y al contado.

–Vamos, que lo suyo era casi una obra de caridad.

–Sí, sí... Porque además, el dinero no era para ellos. Estos curas no lo querían para ir a prostíbulos ni para comprarse unos zapatos. Todo el dinero iba directamente a al Obispado, que lo mandaba a Andorra y de ahí, al Vaticano. Ni los curas ni los obispos se quedaban con un duro.

–Entonces, gracias sus robos se engordó la saca del Vaticano.

–Gracias a estos centenares de millones el Vaticano ha podido evangelizar mejor al mundo.

–Se confiesa católico.

–Soy cristiano.

–Y solo se aprendió nueve mandamientos...

–Bueno, no sé. Quizá solamente aprendí tres.

–¿Le preguntaron cuando desapareció el Código Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela?

–¡Claro, directamente!

–¿Y no le molesta estar bajo sospecha aún?

–No. Siempre estoy dispuesto a ayudar.

–También cuenta que participó en la fuga de El Lute.

–Era amigo mío y yo era el único que sabía que se iba a fugar. Él estaba en la cuarta galería y yo en la tercera, y le advertí que había un americano que se estaba chivando de su plan. Por eso no se fue ni el día ni por donde lo tenía planeado al principio.

–¿Y hoy vive de lo que pinta o de las rentas de lo robado?

–De ambas. Aunque la pintura no me da mucho. Hago regalos a iglesias y museos. Soy el único belga, después de Carlos V, que tiene museo en España.

–Afirma que robaba por amor al arte, que le gustaba lo que se llevaba.

–Evidentemente. El problema que tenía era que si mis coleccionistas tenían ya tres cristos, por ejemplo, me pedían que les robara uno mejor. Normal, pero la cosa se complicaba porque era difícil encontrarlos.

–¿La Gioconda del Prado es mejor que la del Louvre?

–Es más bonita. Es superior.

–¿Se puede robar todo?

–Absolutamente. Los medios que pongan para impedirlo no sirven para nada.

–Hay piezas aparatosas, como el Guernica...

–Todo se puede desmontar., pero no hay clientes.

–Si los hubiera...

–Vivir es un vicio. Tener un Ferrari es un vicio. Y un hombre sin dinero está muerto.

–Hay muchos políticos que también piensan lo mismo...

–Funcionan mejor si son corruptos. Se ha visto claramente.