En poco más de diez años el mundo se ha enfrentado a varias crisis sanitarias y alimentarias con origen animal. Priones, dioxinas, clembuterol y anisakis son algunas de las sustancias y parásitos que causan enfermedades en los animales y ponen en jaque la salud humana. Tienen algo en común: llegan al animal por ingesta. El cruce de virus entre especies no es nuevo. Sobran precedentes en la Historia. Lo novedoso de la situación actual es la aparición de alertas sanitarias y alimentarias de forma continuada. A mediados de los noventa la comunidad científica mundial asistía, sobrecogida, al desarrollo de una enfermedad que mataba a las vacas, tras destruir su cerebro. La culpa era de los priones. La encefalopatía espongiforme bovina, la enfermedad de las «vacas locas», hasta entonces conocida en las ovejas, había mutado al bovino.

La sorpresa aumentó cuando, años más tarde, el mal se desarrolló en humanos que habían ingerido carne contaminada. La encefalopatía ha matado a tres personas en España y a 150 en el mundo. Los años 2000 y 2001 fueron una vía crucis para los ganaderos europeos. El consumo de ternera cayó en picado. La herencia de las «vacas locas» ha desembocado en un mayor rigor en los controles. Desde 2000 es obligatorio analizar a todas las reses mayores de 24 meses que van al matadero. La crisis se originó en el Reino Unido por alimentar a vacas con piensos de origen animal.

El pollo tampoco se ha librado En 1999, el Comité Veterinario de la Unión Europea confirmó la presencia de aves belgas contaminadas con dioxinas, sustancia cancerígena hallada en los piensos.

En 2006, la gripe aviar volvió a poner al pollo en entredicho, aunque el virus no se transmite al comer su carne. Las ventas cayeron. En España no se registraron casos en humanos. La crisis pasó de puntillas. En 2007 las alarmas saltaron con un brote de lengua azul en España, aunque la enfermedad tampoco se transmite al hombre.

A finales de 2002, un equipo de científicos españoles lideró un estudio que concluía que el mercurio que contiene el pescado se acumula en el organismo de las personas y provoca riesgo de infarto. Muchos pescados contienen anisakis, un parásito que desata reacciones alérgicas entre las personas y que contamina cada vez a más pescado por el aumento de las industrias pesqueras en alta mar. La gripe porcina es el nuevo capítulo.