Redacción  Vigo

Frente a la relación ostentosa y estentórea de parejas de la política cuyo paradigma es Nicholas Sarzkozy y Carla Bruni, existen otras formas de llevar la vida privada. No siempre la mujer que está detrás de un gran hombre o el hombre que está detrás de una gran mujer tiene por qué ser noticia. O, mejor dicho, casi nunca tiene que serlo. Separar la vida pública de la privacidad es un principio elemental para algunos mandatarios. El caso alemán es un excelente ejemplo de ello.

La canciller alemana, Angela Merkel, cumple estos días su décimo aniversario de casada con el catedrático de Química Joachim Sauer, un hombre a quien se apodó "el fantasma de la ópera", por sus escasas apariciones públicas, y que comparte con ella el amor por la discreción conyugal.

Mañana hará diez años que la ahora jefa del Gobierno alemán, entonces en la oposición, se casó en el ayuntamiento del distrito berlinés de Mitte, sin parientes ni invitados, con su compañero sentimental desde una década antes.

"La discreta felicidad", titula el dominical "Bild am Sonntag", recuerda la fecha y también la tranquila vida conyugal del matrimonio, que limita sus apariciones juntos a ocasiones de alto rango o visitas al festival de Opera de Bayreuth.

Su vida en común discurre entre la casa de campo cercana a Berlín, donde ella suele cocinar platos caseros con verduras de su propio huerto, y su domicilio ante el Museo Pérgamon de la capital.

Ambos preservan celosamente su esfera privada, aunque puntualmente se someten a alguna sesión fotográfica de vacaciones, paseando por la montaña o en la casa de campo.

Al catedrático Sauer nunca le gustaron las cámaras, no asistió a la sesión de investidura de Merkel, en 2005, pero desde entonces parece haberle tomado el gusto a actos especiales, como visitas del presidente de EEUU, George Bush, y audiencias con el papa Benedicto XVI.

Sauer, de 59 años, se casó con Merkel -quien conserva el apellido de su primer marido- en 1998, en segundas nupcias. Tiene dos hijos adultos de su primera esposa y conoció a la ahora canciller en 1984, un año antes de su divorcio. Ambos trabajaban en la Academia de Ciencias de la antigua República Democrática Alemana (RDA).

"A mí sólo me parecen atractivos los científicos", declaró recientemente Merkel, en una de las pocas confesiones privadas que se permite la canciller, quien suele salir al paso a este tipo de preguntas entre sonrisas.