El segundo y último de los conciertos titulados "Cien años, mil sueños", organizados para conmemorar el natalicio del mandatario (1908-1973), contó además con la participación del artista colombiano Juanes y grupos chilenos.

Fue un espectáculo de luz, música y danza de más de cuatro horas, con la figura de Salvador Allende, fallecido hace 35 años tras el golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet, en la retina de todos los presentes.

Tres pantallas gigantes situadas en el escenario de la pista atlética del Estadio Nacional se encargaron de reproducir numerosos registros visuales y sonoros del ex presidente socialista, en los que se podía ver y oír a Allende pertrechado tras sus ya clásicas gafas con montura de pasta.

Antes del desembarco de los artistas internacionales, algunas formaciones chilenas gozaron de su tiempo en el escenario y le dieron el sabor chileno a la velada.

Los grupos Ventiscka, Cuchara y Napalé, que junto a la voz de Isabel Aldunate versionaron las últimas palabras en vida del ex presidente, dieron el pistoletazo de salida a las actuaciones.

Familiares de desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) aparecieron después en el escenario para cantar algunas canciones mientras sujetaban fotografías de sus seres queridos y desaparecidos.

Los Trukeros fueron los encargados de cerrar el apartado chileno de las actuaciones, y deleitaron a los casi 30.000 espectadores presentes en el recinto con el ritmo chileno por excelencia, la cueca, que los asistentes acompañaron con palmas y algún que otro pañuelo como manda la tradición.

Con el público ya calentito llegó la hora de los artistas internacionales, todos ellos españoles menos el colombiano Juanes, y entre los cuales Miguel Bosé, especialmente querido en Chile, se llevó la ovación de la noche.

Los primeros en aparecer fueron Ana Belén y Víctor Manuel, que entonaron, entre otros temas, los clásicos "La puerta de Alcalá" y "Contamíname".

Les siguió el cantautor Ismael Serrano, también muy querido y aclamado por el público chileno, quien además confesó que visitó durante el día junto a Miguel Ríos el centro de tortura Villa Grimaldi.

Serrano interpretó canciones ampliamente conocidas por el público como "Si se callase el ruido", "Papá cuéntame otra vez" o "Vine del norte", en la que narra una dulce historia de amor en un viaje a Chile.

El veterano rockero Miguel Ríos prendió el ambiente con sus notas alegres y sus ritmos vertiginosos gracias a canciones como "Bienvenidos", "El himno de la alegría" y "Nos siguen pegando abajo", que hicieron brincar incluso a los espectadores acomodados en las gradas.

Llegó después el turno de un mito de la canción española como es Joaquín Sabina, que apareció ataviado con una chupa de cuero y acompañado por Pancho Varona en la guitarra.

Sabina dijo sentirse "emocionado por cruzar el mar" para llegar a Santiago y entonó temas como "Contigo", "Y sin embargo" o "Noches de boda", que evidenciaron que la música del artista español también cruzó el Atlántico años atrás para quedarse en el país andino.

El colombiano Juanes, reconocido internacionalmente no sólo por sus éxitos musicales sino también por la lucha por la paz en su país, tuvo una corta pero intensa intervención.

Su salida generó instantes de histeria por parte de algunas de sus más fieles seguidoras, que gritaron desconsoladas cuando el artista se despidió de Chile tras cantar tan sólo "Odio por amor", aunque rápidamente regresó para cantar su éxito "A Dios le pido".

La locura se apoderó de la pista atlética del Estadio Nacional con la aparición de Miguel Bosé, una figura mediática en Chile que, pese a sus asiduas visitas, sigue causando furor, principalmente entre el público femenino.

"Las ideas por mucho que se maten nunca mueren, y la prueba de esto la vemos hoy", dijo Bosé tras contonearse en el escenario con el ritmo de "Bandido".

La velada tuvo el broche de oro con la interpretación a dúo entre Miguel Bosé y Juanes de la canción del español "Nada particular", a la que su unieron, en sus compases finales, Víctor Manuel, Ana Belén y Miguel Ríos.