No es miedo, es precaución. El pequeño comercio de Pontevedra ha decidido poner freno a la expansión del coronavirus. Si hace una semana cualquier empleado o empleada de un establecimiento nos hubiera atendido con guantes puestos en las manos nos habríamos sorprendido enormemente. Sin embargo, desde hace un par de días, y sobre todo desde ayer, tras los mostradores toda medida de seguridad es poca de cara al público. Los responsables de los establecimientos lo hacen tanto para proteger a sus empleados, sin los cuales sus negocios no saldrían adelante, como también a su clientela, básica para sobrevivir a nivel económico.

Las farmacias no paran estos días. Son conscientes de que, en caso de un hipotético cierre de establecimientos, serán de los pocos en seguir al pie del cañón atendiendo a la población. Por ello, no pueden permitirse perder a ninguno de sus empleados en un momento tan importante para la salud pública.

En la de la calle del Doctor Loureiro Crespo, Pontus Veteris, desde ayer se forman colas en el exterior debido a la decisión de los responsables de que la población respete la distancia de seguridad de un metro y medio o dos. Como el establecimiento es de pequeño tamaño, se les pide que aguarden fuera para poder mantener ese margen físico tan importante entre los clientes y los farmacéuticos, así como entre los propios pacientes.

Otro de los sectores muy implicado en frenar la expansión del Covid-19 es el de la alimentación. En las panaderías de la ciudad todos sus empleados utilizan ya guantes para protegerse del contagio. A Devesa, Acuña, Xeve... han recurrido a esta fórmula debido al consejo del Ministerio de Sanidad de que la higiene de manos es el principal puntal en la prevención.

En la tienda de golosinas Juncal, sus empleados también los utilizan. Una de sus dependientas reconoce que les ha sido muy difícil conseguirlos, ya que se habían agotado. Llevan un par de días usándolos de cara al público. "A mí me preocupa mucho porque tengo dos niños, uno de ellos prematuro, que nació con 800 gramos, por lo que un contagio podría ser terrible", reconoce.

El uso de guantes y mascarillas puede sorprender, pero es algo habitual en la cultura oriental, en la que las propias personas contagiadas con algún tipo de virus usan este tipo de elementos de protección para evitar su propagación.

El joven que atiende en el bazar chino "A casiña de Susi", en la calle Benito Corbal, utiliza guantes a diario y también dispone de una mascarilla cuando considera que puede haber mayor riesgo de contagio. En su mostrador hay un cartel informativo sobre el Covid-19 y un bote de gel hidroalcohólico.

"Para nosotros es habitual protegerse, lo importante es frenar esto", asegura, manifestando en esta frase la preocupación de buena parte de la población mundial.