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El meollo

El arco de Teucro

El arco de Teucro

El Meollo de la cuestión está en adivinar hacia que responsables directos o indirectos estaríamos lanzando dardos envenenados y que estaríamos diciendo sobre ellos y sus circunstancias por la caída del arco de Teucro desde la misma cúpula del edificio principal de Afundación, caso de que hubiera aplastado una silla o un carrito de bebe, pongo por caso, o hubiera golpeado a un niño o un anciano que pasaran por allí casualmente.

Al fin y al cabo estas trágicas hipótesis no serían tan extrañas, ni constituirían supuestos extremos. Bastante más impensable parecería a priori la propia caída al vacío del artilugio en cuestión, y sin embargo ocurrió en un día de buen tiempo y a una hora de afluencia de gente por el lugar del suceso, sin el paso reciente de ninguna ciclo génesis explosiva. Casi milagroso o milagroso del todo resultó que no ocurriera una desgracia que la ciudad entera estaría lamentando a posteriori con justificada indignación.

Enojo si la escultura de Teucro no había pasado por ninguna tarea de mantenimiento y control de su estado general. Y enojo todavía mayor si había pasado la perceptiva revisión y, sin embargo, el técnico de turno no había observado el peligro inminente.

Cada vez con mayor frecuencia están produciéndose en esta ciudad peligrosos desprendimientos de fachadas y tejados por motivos muy variados. Eso no puede pasarse por alto. De ahí la conveniencia de extremar esas labores de supervisión, cuidado y mantenimiento, no siempre cumplidas con arreglo a las normativas existentes en los casos de edificaciones antiguas.

Una normativa municipal exige un chequeo en profundidad de todas las casas con medio siglo a sus espaldas. Es decir, las altas edificaciones que tanto proliferaron en el centro urbano durante la segunda mitad de los felices años 60 del desarrollismo imparable. El Ayuntamiento debería contar algún día que casas todavía no cumplieron esas obligaciones y actuar con contundencia en todos los casos antes de que ocurra alguna desgracia, que felizmente vamos sorteando con cierta ayuda divina.

O sea que un accidente sí, pero un accidente en buena medida evitable. A ver quién devuelve ahora su arco a Teucro. Ahí está el otro Meollo de la cuestión.

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