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El Sanxenxo que desapareció

El histórico fotógrafo Novás Rarís documentó a finales del siglo XIX y principios del XX la entonces emergente villa marinera

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Galería histórica | El Sanxenxo que desapareció

Lorenzo Novás Rarís se acercaba a los 30 años cuando llega con su cámara a Sanxenxo. Hacía más de una década había entrado en el estudio de Zagala, un negocio próspero en la Pontevedra de finales del siglo XIX, y se ocupaba del trabajo de campo de su jefe, cuya enfermedad se había agravado.

Era 1908 y lo que se encontró una diminuta villa con una bellísima playa y un clima tan suave que ya entonces empezaba a atraer a sus primeros visitantes. "El turismo en España surge en el siglo XIX y desde ese primer momento Sanxenxo era buscado", explicaban recientemente a FARO los organizadores de las Xornadas Sanxenxo na Historia.

En ellas se repasó este momento histórico del que apenas quedan edificios, "salvo dos casas al lado del Concello y los pazos, el resto prácticamente todo es nuevo", explica Rafael Fontoira, subdirector del Seminario de Estudos Locais de Sanxenxo.

En medio de la playa se levantaba un balneario sobre pilotes de madera en el que se celebraban bailes. Contaba con bar y una sala de recepciones en donde se reunían los veraneantes, entre ellos familias ilustres como la de Emilia Pardo Bazán, que pasó varios veranos de su niñez en el Pazo de Miraflores.

Por su parte, el puerto primitivo se construyó en el XIX y fue ampliado en distintas ocasiones, mientras que en la ladera se sucedían casas tradicionales de marineros.

Fue en los primeros años del XX cuando se abrió el paseo. Hasta entonces no existía la carretera a Portonovo sino una playa con dunas y pinos alrededor de la que se fueron levantando casas con jardín.

En los 30 se construyó la rotonda sobre la playa y para entonces el Hotel Marycielo y La Terraza eran ya los buques insignia de la hotelería local, mientras que las compras se restringían al comercio de los Alonso, que vendía desde comestibles a ropa.

En las casas bajas alrededor de la playa y en los escasos hoteles pasaban al menos un mes de veraneo familias con niños. Se conservan imágenes de las turistas de los años 20 y sus bañadores enteros, así como de las casetas en donde se cambiaban.

Eran familias en su gran mayoría de Madrid que acudían atraídas por el aire puro y las aguas y varias de las cuales mantienen desde hace al menos tres generaciones la tradición de acudir cada verano a Sanxenxo. Eran hogares acomodados pero sin lujos, que se reservaban entonces al Gran Hotel de A Toxa, todo un mundo que debimos conservar mejor.

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