Hay en nuestro Monasterio de San Salvador de Lérez, sito en el Arzobispado de Santiago, y distante un quarto de legua de la Villa de Pontevedra, una pequeña Imagen de mi Padre S. Benito, colocada en su Altar, á quien profesa singular devoción, y especialísima fé toda la gente de aquella comarca. El padre Feijoo describía así a la querida talla que ayer arroparon los fieles en el día del San Benito de invierno.

El santo máis milagreiro según la tradición popular recibe en su romería de verano a miles de devotos procedentes de distintos puntos de Galicia y del norte de Portugal, una fiesta que se vuelve más íntima cada 21 de marzo.

Con todo, el monasterio benedictino volvió a recibir a numerosos fieles, mayoritariamente vecinos de la comarca, que recogieron el "aceite del santo", ungüento al que se atribuyen numerosas propiedades curativas, y acompañaron a la pequeña imagen en su desfile por las inmediaciones del templo.

La jornada no de invierno sino plenamente primaveral también contribuyó a alegrar la romería en este monasterio que el pasado año festejo su 1.100 aniversario. Fue una fiesta familiar que coincidió en esta ocasión con el arranque de la Semana Santa y las vacaciones escolares.

Así, se convirtió en una oportunidad para que los más pequeños conociesen los ritos asociados al santo, como el pasar bajo su altar, el frotar el pañuelo o una estampita sobre la imagen y el dejar constancia del agradecimiento en el libro de firmas del monasterio.

Éste fue escenario de distintos oficios religiosos a lo largo de la jornada, que los fieles también aprovecharon para realizar las ofrendas, en su gran mayoría exvotos de cera, pero también dinero, de modo que el santo sale siempre en procesión con el manto adornado de billetes.

La romería fue asimismo una invitación para que los niños conociesen un poco la historia del cenobio fundado por el rey Ordoño II y su esposa Elvira y que en 1113, en un escenario de tensiones entre los arzobispos de Santiago y Braga, acogió la consagración Hugo como obispo de Oporto y a Minuo Afonso como el de Mondoñedo.

Otras posibilidades en el San Benito de invierno fueron disfrutar de la arquitectura del recinto monacal, de sus vistas panorámicas sobre el Lérez y comprar en los clásicos puestos de rosquillas de la romería; también recordar historias como las que relata Feijoo.

Éste aseguró haber sido testigo de un milagro del santo (la recuperación de un niño tras un golpe que pudo causarle la muerte) y eso que el monje ilustrado se reconocía un escéptico: En quanto he visto, oído, y observado en todo el discurso de mi vida solo del milagro, que acabo de referir, puedo deponer con toda certeza. Y creeré fácilmente, que lo que he dicho de los milagros atribuidos a la Imagen de San Benito de Lérez, se puede aplicar a otras muchas Imágenes acreditadas de milagrosas; esto es, que para cada milagro cierto hay seis, ú ocho dudosos, y setenta, ú ochenta falsos.