Si hace apenas una década las subastas de inmuebles se definían por una presencia mayoritaria de los profesionales de la construcción e intermediarios ligados a la venta de viviendas, actualmente las pujas son territorio de las pequeñas economías domésticas, que pugnan por viviendas modestas (si exceptuamos excepciones como la antigua Cámara Agraria) y que rara vez superan los 100.000 euros.

Los jóvenes profesionales, en no pocas ocasiones acompañados de sus padres y amigos, toman el relevo en estas subastas para hacerse con inmuebles que rondan los 80.000 euros, en el mejor de los casos unos 20.000 por debajo del precio habitual de mercado.