La pandemia del coronavirus Sars Cov 2 nos recuerda que somos frágiles y pone el foco como nunca en la labor encomiable de la sanidad pública, la gran barrera de contención contra una enfermedad que ha alterado nuestras vidas. Los gobiernos recurren a la retórica belicista para describir el mayor desafío al que se enfrenta Europa desde la II Guerra Mundial. A Hipócrates, uno de los padres de la medicina, se le atribuye que "aquel que desee ser cirujano debería ir a la guerra". Los rostros de los profesionales sanitarios que se baten contra el virus, que tratan de sanar pero que también cuidan, reflejan el esfuerzo titánico de cada jornada, la huella de cada turno, más exigente que nunca. En la UCI del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO), donde los cuadros son siempre graves, trabajan además de unos 15 médicos, en torno a 45 enfermeros y una treintena de técnicos en cuidados auxiliares de enfermería. La plantilla atesora años de experiencia y su número se refuerza con contratados. Son miles en toda España actuando contra la epidemia, con conocimientos, voluntad y alma. "Nuestra gran preocupación son los pacientes y también los familiares. Hacemos todo lo posible y luchamos para que salgan adelante". Nadie quiere atribuirse ninguna cita en exclusiva. "Somos un equipo y tiene que verse así".

España es el país con la tasa más elevada de personal sanitario infectado, con casi 9.500 trabajadores aquejados de Covid-19 según los datos nacionales recopilados hasta ayer. El personal de la UCI de Ourense -no consta ningún contagio en sus filas, por el momento- critica retraso en la planificación por parte de la dirección del hospital de Ourense para aprovechar la "ventaja" frente a la ola que golpea territorios como Madrid. Hasta este miércoles por la tarde, señalan, no comenzó el traslado a la UCI-Covid, una nueva área dedicada exclusivamente a enfermos graves de la pandemia que se ha ubicado en la Unidad de Recuperación Postanestésica (URPA). "Toda esa zona se considera zona sucia, y es necesario ponerte el EPI [Equipo de Protección Individual] para poder entrar", señalan. Por el momento disponen de los trajes, aunque el Sergas reconoce que "continúan siendo limitados".

Reutilizando las gafas

Las gafas de protección, que dejan hondos surcos en frente, pómulos, nariz y mejillas, "las estamos reutilizando". Los profesionales pasan horas con el EPI y piden que se refuercen turnos con más personal porque, por ejemplo, para movilizar a los enfermos -la función respiratoria en síndromes de estrés respiratorio agudo mejora boca abajo, en decúbito prono- requiere la cooperación de "4 o 5 para pronar o despronar a los pacientes, porque entraña un riesgo de desconexión del tubo de ventilación mecánica o de inestabilidad del paciente".

Las manos nunca son excesivas y nadie mira el reloj. "Estamos haciendo todos más horas que las que dura la jornada, los relevos se alargan y llegamos antes porque ponerse el equipo lleva tiempo. El problema de trabajar con el EPI es que las gafas se empañan. El otro día alguien trajo un líquido que utilizan los submarinistas, porque lo tenía en casa. Es difícil de conseguir. Nos estamos buscando un poco la vida. La suerte que tenemos en la UCI es que el personal está muy unido y todo el mundo arrima el hombro. Hay compañeros que renunciaron a reducciones de jornada, o a días que habían pedido. También quienes se encuentran actualmente en otros servicios y quieren volver para ayudar". La prioridad de resolver la crisis aparca lo demás, incluidas las reivindicaciones. "Miramos hacia adelante y trabajamos lo mejor posible. Cuando llegue el momento ya se pedirá que se depuren responsabilidades a todos los niveles".

Según la estadística del Sergas, ayer estaban ingresados en el Complexo Hospitalario de Ourense 62 pacientes con Covid-19, 54 en planta y 9 en la nueva Unidad de Cuidados Intensivos reservada a los contagiados graves. La carga física y emocional exige a los profesionales sanitarios. "Es muy duro. Trabajar debajo del EPI es complicado. Pierdes líquidos y algún compañero se ha mareado. Se hace muy duro. Muchos terminamos el turno llorando. La situación con el primer ingreso por coronavirus no la había vivido nunca, fue muy estresante", cuenta uno de estos sanitarios, con más de una década de experiencia en UCI.

Neumonías "muy graves"

Los efectos de esta enfermedad y sus tiempos también son diferentes a lo establecido. "Si se produce un empeoramiento es muy brusco. Cuesta recuperar más que en otras neumonías que hemos tratado, sobre todo durante las primeras horas. Este bicho genera neumonías muy graves". Por ahora no se han celebrado altas en este servicio, aunque el primer paciente que ingresó en el área en estado grave por Covid-19 evolucionaba ayer favorablemente.

En los últimos años se han humanizado las UCI de toda España, ampliando el tiempo de estancia de los familiares junto a sus enfermos. El alto riesgo de contagio ha obligado a no admitir visitas. Los profesionales de Ourense idean una forma de que los allegados puedan ver telemáticamente a los suyos. "Nosotros los cuidamos y los cogemos de la mano, son nuestra prioridad, pero también pensamos en las familias, en que es muy duro tener a alguien grave y no poder estar con él. Estudiamos cómo hacer para que un momento al día los puedan ver y sepan cómo los tenemos. Una compañera consiguió, a través de una empresa, una tablet con datos ilimitados. A ver si es posible".

Cuando el turno ha terminado y el trabajo sacrificado de estos profesionales se aprecia en las marcas notorias de su cara, que acentúan las ojeras de cuerpo y alma, toca extremar las medidas para que el riesgo de contagio no llegue a casa. "Ese miedo existe. Casi todos nos duchamos en el hospital, nos lavamos con jabón desinfectante y extremamos la higiene de manos".

"Sentimos el apoyo"

Los aplausos que resuenan desde los balcones, cada jornada de confinamiento a las ocho de la tarde, simbolizan el reconocimiento de la sociedad a colectivos esenciales, como el sanitario. "Sentimos que la población nos está apoyando, pero a ver si cuando superemos esto se produce un cambio social y realmente se empieza a reconocer más nuestro trabajo, tanto a nivel colectivo como económicamente. Para los recortes hemos sido siempre la vía de escape de los gobiernos".