El abuelo era de Independiente y el nieto animaba a Racing. Tenían el derbi de Avellaneda en casa. El anciano gallego no olvidaba sus raíces. El nieto las tiene presentes. Alejandro Lozada, administrativo en una entidad de obra social, de 57 años, conoció la vida de aquella Galicia emigrante escuchando al abuelo. Antonio Domínguez Campos nació en el año 1906 en Bande (Ourense) y en 1928 partió a Argentina desde el puerto de Vigo, siguiendo los pasos de tantas decenas de miles que atravesaron el Atlántico buscando un porvenir. Sin terminar de irse nunca, porque la tierra es magnética. "Nos contaba Galicia a través de sus historias", dice su nieto Alejandro desde Argentina. Vivió con él hasta que se independizó tras la mayoría de edad.

"Recibía correspondencia de sus hermanos y de su madre, ya muy anciana, con el remite: Orense, Bande, Ribero. No tenía calle ni numeración, las cartas venían así, en ese papel de vía aérea muy delgado, fino y liviano. Nos hablaba de su hermano muerto en la guerra. Él era un tipo que odiaba mucho a Franco. Hablaba en gallego con sus amigos gallegos que también habían emigrado. Era muy aficionado a juntarse con ellos para ir al fútbol y a las carreras de caballos. Es impresionante la cantidad de gallegos que había en esa época en Avellaneda. Estos juegan de local, decía yo. Él regresó a Galicia en 1967 para ver a su madre, yo era muy pequeñito pero me acuerdo de que fui a despedirlo al puerto de Buenos Aires. La travesía duró 30 días o más en la motonave Libertad. Volvería 10 años después, en 1978, aprovechando las facilidades para viajar durante el Mundial de fútbol. Esa vez ya en avión, con Iberia", describe con detalle. Antonio Domínguez falleció en la diáspora a los 98 años.

El emigrante de Ourense tuvo dos hijas. Una es Nelly Domínguez, de 85 años, la madre de Alejandro, que cuenta con la ciudadanía española. La señora no ha estado físicamente en Galicia, pero sí la imaginó a partir de los relatos que escuchaba contar a su padre. Cada partida escribía una historia.

"Un hermano menor de él, Manuel, emigró a Brasil huyendo de la dictadura de Franco. Tuvo que cambiarse el nombre y el apellido, así que decidió escaparse con el nombre de mi abuelo. Sesenta años después, los dos se reencontraron en Buenos Aires. Fue muy emotivo", recuerda Alejandro.

Revisando las pertenencias de su madre octogenaria, que en la actualidad reside en un geriátrico, Alejandro encontró en una vieja libreta el número de teléfono de la casa de un primo hermano, hijo de un hermano del abuelo. Llamó a Bande, a la tierra de partida, y aunque el señor aún vive solo pudo hablar con la esposa. Alejandro le dio cuenta de la familia de ultramar, de ese vínculo que persiste pese al tiempo y la distancia. "Yo soy gallego también, aunque circunstancialmente en el exilio. Nunca he estado por ahora y me gustaría. Intento conseguir la ciudadanía pero aquí no suele otorgarse a la generación siguiente a la de los hijos", cuenta.

En unos días se reunirá con la fundación España en Argentina para informarse de sus opciones pero, sobre todo, para buscar una ayuda para su madre. "Con la situación de la Argentina, con pensiones traducidas a euros de 150 euros, intento tramitar alguna pensión o ayuda para ella. Mi abuelo percibía una pensión no contributiva, porque se vino de España muy joven y no pudo cotizar". El subsidio de Nelly alcanza solo para cubrir una cuarta parte del coste del geriátrico, de unos 600 euros.

Antonio de Bande se estableció en Avellaneda, al lado de Buenos Aires. Trabajó de todo tras llegar "prácticamente analfabeto", dice el nieto. "Fue repartidor de pan en La Panificación Argentina, distribuía en un carro con caballos por el sur de Avenalleda. Su último trabajo fue de clasificador de lana. En la Patagonia hay muchas ovejas, el producto de la esquila venía en ferrocarril hasta Buenos Aires, donde se almacenaba y se clasificaba la lana para después industrializarse. Trabajó hasta más allá de los 70 años. La lana venía en unos lienzos enormes que se transportaban por ferrocarril recorriendo más de 3.000 kilómetros. Tengo el recuerdo de sus manos lastimadas".