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Tribuna libre

Evaristo Vaamonde y la Veracruz

Interior de la iglesia diseñada por Antonio Palacios.

Con la decisión de sacar del Valle de los Caídos la momia del dictador Franco y la vigente ley de memoria histórica, llevamos varios meses escuchando pros y contras, opiniones peregrinas de unos y otros, haciendo recordar a los ciudadanos el episodio más triste e infame de nuestra historia, desde el golpe de estado fascista del 18 de julio de 1936 contra el gobierno legítimo de la República, hasta la aprobación de la actual Constitución en diciembre de 1978, por un período de más de cuarenta años. Todo lo que, visto desde nuestra tierra gallega, nos llena de mucha tristeza y nos gustaría que hechos como aquellos no se volviesen a repetir. Tema que mucho nos preocupa por el actual resurgir de grupos neo-nazis y de ultra-derecha en nuestro país y en otros europeos y americanos, que nos pueden llevar a otra hecatombe. Porque, junto con algunas zonas de Extremadura y Andalucía, fue en Galicia donde, desde el primer momento del golpe franquista, más asesinatos, "paseos", fusilamientos, exterminios y represalias tuvieron lugar. Y donde más se sufrió la barbarie, atentando contra la vida, que es lo más sagrado de los seres humanos, de muchas personas que no habían hecho daño a nadie. Los trabajos de investigación de nuestros historiadores gallegos, como Julio Prada, Ángel Rodríguez y Dionisio Pereira, son muy esclarecedores sobre el particular.

Por lo que acabamos de reseñar, queremos traer hoy a la serie que estamos dedicando a grandes personalidades ourensanas, la figura de un sacerdote enormemente digno, que defendió en todo momento la vida de sus feligreses, y que fue párroco de Carballiño de 1930 a 1961, año en que falleció.Destacando especialmente en su ejercicio sacerdotal ejemplar durante los años de la República, la guerra civil (que Castelao llamaba acertadamente "incivil") y los terribles años de la postguerra, en los que continuó la represión franquista. Nos estamos refiriendo a Luciano Evaristo Vaamonde da Cortiña (1880-1961). Esta excelente persona, que llevaba a la práctica el evangelio en su parroquia, merece ser recordado ahora por la defensa de sus feligreses, cualesquiera que fuesen sus ideas, y no solo, pero también, por ser, con la ayuda de sus parroquianos que mucho le querían, el creador del hermoso templo de la Veracruz, diseñado por el gran arquitecto porriñés Antonio Palacios. Existe una anécdota real sobre su actitud defensora de la vida de sus parroquianos: en los últimos años de la guerra y los de la postguerra, muchos párrocos eran llamados a los gobiernos civiles para que "informasen" a las autoridades. En una visita al Gobierno Civil de Ourense, estas le reprochaban que era difícil que en la comarca que tiene de cabecera la Villa del Arenteiro, no hubiese personas que por sus ideas y actuaciones mereciesen ser denunciadas. Don Evaristo les decía que en su parroquia todos los feligreses eran personas dignas y de conducta ejemplar. Por esta razón es Carballiño la comarca gallega donde menos represión ejerció el franquismo. A diferencia de otras donde párrocos infames denunciaban a personas, simplemente por sus ideas republicanas, por no ir a misa o por otras razones más inconfesables. Yendo contra lo que nuestro evangelio cristiano defiende como principio fundamental, que es el no matar y respetar la vida de todos los seres. Y sobre el particular queremos aprovechar para recordar a otro sacerdote digno, que, aunque era amigo de Franco, salvó la vida de bastantes gallegos. Este fue Fernando Quiroga Palacios, que llegó a ser cardenal y tiene una calle a él dedicada en nuestra ciudad.

Pequeña biografía

Lo más hermoso del Evangelio cristiano es llevarlo a la práctica. Si solo se queda en el papel y se usa solo como parafernalia y de forma litúrgica es incluso insultante. Don Evaristo lo ejerció en el día a día y hora a hora, que es lo más lindo que hay, y por ello, en justicia, era tan apreciado por los carballiñeses. Este párroco modélico había nacido el 8 de enero de 1880 en San Pedro de Moreiras. Sus padres se llamaban Manuel y María. Los primeros años de su vida los vivió en su aldea próxima a la ciudad de Ourense. Más tarde empieza los estudios en el Seminario Conciliar de Ourense. En los primeros cursos es un alumno normal, pero en los últimos sus calificaciones son brillantes. En junio de 1906 recibió la orden sacerdotal, siendo destinado como adjutor a la parroquia de Santa Mª de Sobrado do Bispo. El entonces obispo de Ourense, Sr. Ilundain, gran amigo y protector suyo, lo mandó como coadjutor a la parroquia de San Estevo de Allariz, en donde está ejerciendo en 1909. Tres años más tarde es destinado, ya como párroco, a San Verísimo de Seixalvo, a donde llega el primero de enero de 1912. En esta parroquia ourensana trabajará durante seis años, donde por culpa de una gripe tuvo problemas de salud. Durante este tiempo en Seixalvo se adquirió para el templo una nueva campana y se restauró el retablo mayor de la iglesia. La etapa siguiente fue atender la parroquia de Sobrado do Bispo cerca de su parroquia natal de S. Pedro de Moreiras. En donde permaneció hasta 1930, pues el 10 de enero de este año, con sus cincuenta años cumplidos, es nombrado párroco de Carballiño. Al principio no fue bien acogido, y por dos razones, porque los de Sobrado no querían que se fuese, y los de la Villa del Arenteiro deseaban continuar con su párroco llamado D. Florencio, al que las gentes le tenían gran cariño. Por eso llegó a la villa casi de incógnito, saludó a las personas y dijo: "Bien, ahora voy a conocer mi iglesia", y se fue a rezar en ella. Al salir del templo comentó: "Esta iglesia es bien pequeña, yo quiero un palacio para el Señor". Deseo que se cumplió años más tarde con la construcción del Templo de la Veracruz. Después de hacer algunos arreglos en la casa parroquial, en muy mal estado, el techo de la iglesia parroquial y otras obras, decide iniciar las obras de la Veracruz, a lo que dedica grande parte de su tiempo hasta el 17 de abril de 1961.

Es necesario destacar que D. Evaristo vivió en pobreza casi absoluta, pues todos los recursos económicos que lograba reunir eran para sus parroquianos y para la Veracruz. Muy querido por los niños, generoso con todos y de una profunda espiritualidad, su muerte produjo un hondo pesar en los ciudadanos de Carballiño, que lo nombraron en su momento "Hijo Predilecto", y de forma bien merecida. Al fallecer, con grande fama de "Santo", se distribuyeron más de mil fotografías suyas porque la gente lo veneraba por sus profundos sentimientos y su acción evangélica. También destacó por su permanente y continuada ayuda a los vecinos más pobres y necesitados. Su figura quedó entrañablemente unida a la Villa del Arenteiro y a su templo de la Veracruz. Una de las personas que más conoce la vida y la obra del sacerdote Vaamonde es el carballiñés Felipe Senén López Gómez, historiador de arte, que lo trató mucho en vida. El sacerdote natural de Castrelo de Miño, José Ramón Hernández Figueiredo, que estuvo como diácono un año en Carballiño, licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad de Salamanca, doctorado en Historia Eclesiástica por la Universidad Gregoriana de Roma y profesor del Seminario Mayor de Ourense y el Instituto Teológico Compostelano, escribió una muy interesante y documentada monografía de 300 páginas dedicada a Don Evaristo, bajo el título de Don Evaristo, párroco de Carballiño y promotor de la Vera Cruz. Fue editada por la Parroquia de San Cibrao, con el apoyo también del Instituto Teológico de Compostela.

Don Evaristo está enterrado en el centro mismo de la Veracruz, bajo una lápida de bronce con la que se quiso distinguir la devoción popular que le tenían sus feligreses. Desde 2004, un busto suyo nos recibe en el interior del templo, delante del que siempre hay alguna planta y flores, para manifestar la admiración y respeto que todos tienen a su digna figura de hombre de bien. En el espacio exterior se encuentra una estatua de Don Evaristo. En el libro antes citado se recogen muchos datos del Diario sobre la construcción de la Veracruz, que el Padre Vaamonde escribió entre 1940 y 1961, incluyendo un importante repertorio fotográfico.

El templo

El templo de la Veracruz de Carballiño es el segundo gran proyecto del arquitecto Antonio Palacios, natural de la villa de Porriño. El primero había sido el Templo Votivo del Mar de Panxón en Nigrán. Aprovechando un viaje de este importante arquitecto a la ciudad de Ourense, en el año 1942, Don Evaristo, con una comisión de vecinos, le encargan a Palacios el diseño de un proyecto de templo para la villa, al considerar que la iglesia parroquial que existía era demasiado pequeña. El 26 de junio de 1943 se coloca la primera piedra y en julio del mismo año se inician las obras bajo la tutela del maestro cantero carballiñés Adolfo Otero Landeiro, que interpreta perfectamente el sentido de la obra diseñada por Palacios. Dos años después de presentar el proyecto muere este arquitecto y Otero Landeiro, con el asesoramiento de los ingenieros Marcelino Enríquez y Roberto de Agustina, lleva adelante la construcción, finalizando la rotonda en 1946. El aparejador Rafael Jorreto Calpe y otros intervienen en la obra, firmando por esas fechas, en 1948, la liquidación de los trabajos el arquitecto ourensano Manuel Conde Fidalgo, colaborando en la interpretación del resto del proyecto el ingeniero carballiñés Marcelino Parrondo, amigo de Palacios. En 1949 comienzan las obras de la torre, que se prolongarían, tras detenerse y reiniciarse en 1956, hasta julio del año siguiente, en el que concluirían. Con la torre a medio hacer, el templo se abrió oficialmente el 17 de septiembre de 1952, festividad de San Cibrao, patrono de la villa. A finales de esa década se inicia la construcción del arco parabólico con los 12 Apóstoles, obra del maestro cantero de Carballiño Jesús González. Cuando el templo se terminó en julio de 1957, de los tres artífices originales del mismo, tan solo Don Evaristo, el promotor, vivía para verlo. La hermosa obra había sido posible gracias a la ayuda de numerosas personas y vecinos, al dinamismo y bondad del párroco, y a que todos colaboraron en la medida de sus posibilidades para que fuese realidad.

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