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¿A qué le recuerda la lluvia?

Infancia, olores, épocas pasadas o la pronta llegada del otoño, todo esto puede llegar a evocar un fenómeno con el que los gallegos estamos más que familiarizados

El día de ayer estuvo protagonizado por la presencia de la lluvia en la ciudad. // Jesús Regal

La lluvia ha estado presente a lo largo de la vida de gallegos y gallegas que habitan en una tierra en la que el agua es poco menos que una religión. Muchos han pasado semanas enteras sin ver el sol, otros no conocen casi lo que son dos días seguidos sin llover. El roce hace el cariño, dicen, y es por ello que a la gente de Galicia quítale lo que quieras, pero que no falte un otoño sin llover. Galicia, sin lluvia, no es Galicia, y es lo que la hace mágica.

Ayer, después de un largo verano seco que tan solo nos regaló agua un día, y para eso tímidamente, volvió a llover "de verdad" sobre una ciudad que, más que nunca, deseaba ver cómo se mojaban sus aceras y, sobre todo, los montes de su provincia. Nunca mejor dicho, le vino como agua de mayo, en este caso, de agosto, un mes negro de fuego, incendios y más fuego.

El agua de la lluvia ha acompañado a los gallegos durante toda su vida, ha estado presente en momentos importantes y ha acompañado historias de muchos y muchas que esperaban caer una gota del cielo para salir a correr, a caminar o mismo para descansar escuchando el 'tintineo' del agua sobre un suelo que, poco después, despertaría el sentido del olfato con su olor penetrante a tierra mojada, un olor con marca propia de Galicia.

"Cuando llueve, la calle me huele a tierra mojada, me recuerda mucho a la llegada del otoño, me es agradable", afirma Lucía Ribeiro, a quien la lluvia le cogió desprevenida. "A mí, me gusta este olor a tierra húmeda. Echaba de menos la lluvia, me trae el recuerdo de cuando corría por la playa de O Vao, que me gustaba mojarme", afirma M. Méndez, vecino de la ciudad.

Los recuerdos se le vienen a la cabeza también a C. Pardo, joven ourensana que afirma que la lluvia "trae a su memoria las épocas que pasaba al lado de la cocina de leña del pueblo durante el invierno".

A Antonio Vázquez, la lluvia lo lleva a "otra época del año, al otoño", y reconoce que, cada vez que llueve, "el ambiente se impregna de un olor entre tierra y ozono", algo que le gusta, ya que, además, "ayuda a limpiar el aire y se puede respirar más puro".

La infancia, olores o la llegada del otoño, todo ello puede venir de la mano de la lluvia, siempre mística.

Unos años atrás, la catedrática de Filología de la Universidad de Santiago de Compostela Elvira Fidalgo realizó varias encuestas en más de cien localidades de Galicia, Oviedo, Zamora y León para lograr saber cuántas palabras utilizan los gallegos para designar un fenómeno tan propio de la zona como la lluvia.

Los resultados arrojaron que más de cien vocablos repartidos por toda la geografía de la comunidad y provincias colindantes eran empleados para describir tal fenómeno. Entre las más empleadas, se encuentran: borralla, patumeira, zarzallo (para lluvias febles); cebrina, basto, dioivo (para lluvias fuertes); torboada, torbón (cuando hay rayos y truenos); salabreada, escarabana, cebrisca (si el agua viene acompañada de nieve y hielo).

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