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Un encierro a prueba de titanio

Los lalinenses Julio Santomé y María Carballude llevan más de 70 años casados y pasan la cuarentena en su casa de Cristimil en compañía de Esther, una de sus dos hijas

Esther Santomé, su madre María Carballude y su padre, Julio Santomé, ayer, en la casa familiar de Cristimil. // Bernabé/Javier Lalín

Celebraron las bodas de titanio el año pasado demostrando que su amor resiste como pocos el paso del tiempo. Julio Santomé Peña hace en julio 98 años y María Carballude Rodríguez en junio cumplirá 90. Él es de Cristimil y ella de Donsión y son padres de dos hijas. Una de ellas, Esther, que también vivió en Pontevedra como su hermana, está jubilada y los acompaña compartiendo una casa con solera que cuenta con un terreno adyacente. Los tres reciben a FARO DE VIGO junto a la entrada de su vivienda respetando escrupulosamente la distancia de seguridad para hablar de cómo están viviendo el estado de alarma y la cuarentena.

"Dentro de lo que cabe, lo llevamos muy bien. Tenemos finca y no nos enteramos mucho. Aquí no viene nadie más que el panadero. Sólo salimos al súper porque nos abastecemos bastante bien con la huerta", asegura Esther Santomé mientras sus padres repasan con la mirada una huerta a la que le va haciendo falta un repaso desde que el joven que la cuida ha dejado de venir por razones obvias. Esther se encarga, también, de las medicinas para su madre siempre que es necesario. Julio Santomé recibe con una sonrisa el piropo sobre el buen estado de forma tanto de él como de su esposa, a lo que responde que "los años van amolando a uno, pero no tenemos queja". De todas formas, ellos están contentos con una bendita rutina que los hace levantar ahora más tarde de lo que estaban acostumbrados sin apenas saber nada más de la crisis sanitaria que lo cuentan los informativos de la televisión.

Premios

La pareja compuesta por Julio y María fue durante muchos años una asidua a la Romaría Interxeracional de Lalín, con varios premios consecutivos por su longevo matrimonio. Tanto él como ella recuerdan con cariño aquellos tiempos en los que solían homenajearles por ser el matrimonio más perenne del municipio. Si les preguntas el secreto de esa duración, los dos callan y se miran con una ternura envidiable y cómplice para finalmente no decir nada y sonreír.

Julio Santomé y María Carballude estuvieron toda la vida trabajando en el campo, y él también solía acudir a las ferias de la zona. "Trabajamos mucho desde muy jóvenes y a mi me gustaba mucho ir al monte. Vinimos para aquí con cinco duros y hasta ahora", asegura él mientras su esposa asiente con la cabeza. Detrás de ellos se puede ver una casa unifamiliar completamente restaurada desde que en 1950 el matrimonio se la comprara a sus propietarios. "Era la casa de una gente rica que se marcharon de aquí. Yo los conocí. Decían que el banco de la parroquia estaba aquí", asegura Julio Santomé mientras señala una fachada muy cuidada y un anexo con horno para hacer pan que hace tiempo que no usan. El matrimonio reconoce que son unos privilegiados donde la pandemia no está, ni se le espera. Y Esther Santomé aprovecha la ocasión para reclamar más atención a lugares como Quintá por parte de las distintas administraciones.

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