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Otra manera de aloitar

La Rapa se aprovecha para aportar a la manada de O Santo diversos cuidados veterinarios

Un "aloitador" levanta una jeringuilla y otro la introduce en la boca de un caballo . // Bernabé/J.C. Asorey

Maruxa Obelleiro Sánchez lleva 19 años aloitando en Sabucedo. Sin embargo, su rostro no aparece en las miles de fotografías que circulan alrededor del mundo para narrar la grandeza de esta Fiesta de Interés Turístico Internacional de A Estrada. Maruxa es de Sabucedo y, como todos en esta parroquia, lleva años cuidando de los caballos que integran la manada de O Santo. No salta sobre ellos con el afán de cortarles las crines de la cabeza y el rabo, procurando que vuelvan saneados al monte de que salieron. Su cometido es otro. Esta aloitadora se queda fuera de la arena y cuida, por dentro y por fuera, a cada uno de estos animales.

Maruxa comenzó a ejercer como veterinaria en el curro de Sabucedo en el año 2007 pero ya antes colocaba los microchips a los caballos que perpetúan esta tradición para que corriesen libres por el monte, pero debidamente identificados. Del equipo veterinario depende un trabajo que con frecuencia pasa desapercibido, pero que está en cada salto sobre la arena del Campo do Medio.

Explica esta veterinaria que el curro se aprovecha para desparasitar interna y externamente a todos estos caballos. De ello se encarga la pasta que los aloitadores introducen, con ayuda de una larga jeringuilla, en la boca de los animales cuando logran inmovilizarlos tras poner en práctica la famosa técnica de la cruzada (dos a la cabeza y uno al rabo). "Tienen muchísimos parásitos", apunta, para luego explicar que es normal en animales que viven en un ámbito poco controlado y que conviven con muchos otras especies.

Además, el curro también sirve para colocar a los nuevos potros un microchip que los incluya en la correspondiente base de datos. Rapa das Bestas fue una pionera en la materia, anticipándose -ya desde comienzos de 2000- al cumplimiento de una normativa que no llegaría hasta 2008. Ello hace que la asociación, según los cálculos que maneja esta veterinaria, haya colocado alrededor de 500 dispositivos de identificación. No obstante, concreta que la bajas no se encuentran registradas.

Cada año son alrededor de 40 animales los que reciben este microchip. Lo curioso es que solo se les coloca a las hembras. "Los machos cuando cumplen un año no deben estar en el monte", dice Maruxa Obelleiro. Ante la sorpresa que su afirmación genera no tarda en explicarse: si se dejasen muchos machos en el monte se generarían micromanadas y cada una de ellas reclamaría su propio espacio, una cuestión que terminaría por complicar sobremanera el manejo de la cabaña y generaría que muchos de estos animales terminasen invadiendo propiedades privadas en busca de espacio y sustento. Así, muchos machos se venden al año, quedándose aquellos en los que se aprecie un futuro garañón y siempre y cuando haya espacio disponible en el monte para que conforme su propia manada en honor a San Lourenzo.

Además de todo este trabajo, Maruxa está siempre ahí cuando un animal llega a Sabucedo con alguna dolencia o cuando el lobo le propinó alguna herida que requiera sus cuidados. La labor de esta veterinaria no acapara los focos de la prensa internacional ni ocupa sus portadas. Sin embargo, en cada curro demuestra que, si se trata de perpetuar esta tradición, hay muchas maneras de aloitar.

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