La Asociación A Xesteira cerró en la madrugada del martes al miércoles la vigésimo tercera edición de As Nosas Músicas de Couso bajo una premonición probatoria: "Una vez más queda demostrado que no hace falta contratar grandes orquestas para llenar un campo de fiesta". Así lo publicaban en su página de Facebook al tiempo que subían la prueba gráfica de la cantidad de público entusiasta, algunos improvisando pasos de baile y otros ya perfilando los puntos.

Al éxito de la música, se le sumó una mayor afluencia de público respecto a ediciones pasadas. Lo anterior vino a completarse con el éxito de la acampada y el servicio de autobús que en horario ya matinal, en torno a las seis, recogió a muchos jóvenes. Además, este año fue palpable el buen sabor de boca que dejó la zona gastronómica bien preparada, con formato autoservicio y corriendo a cargo de tres establecimientos -Argentino's, Pulpería Porta así como la firma que regenta A Senra en Pontevea y O Camiño en A Estrada- que, con todo, no se llevaron de vuelta demasiada comida. "Hubo un boom de personas entre las nueve y las doce de la noche gracias a la animación de los dragones gigantes" y "al buen apetito", comenta uno de los miembros de la organización, Iván Magariños.

Así es que, la sesión nocturna transitó entre el arranque de las Tanxugueiras- el grupo incipiente de tres pandereteiras que cargan las coplas tradicionales con una tonalidad trasgresora- y la emotiva entrega del III Premio a la periodista Ana Romaní de la mano del actor y también galardonado, Carlos Blanco.

Con una selección de temas de sus tres discos y sin dejar demasiado rastro de su último trabajo, el grupo Fiandola irrumpió en el escenario con el que fue su primer y más elogiado tema, Muiñeira do cura. Su nuevo disco, cargado de sorpresas y teñido del trabajo de recogida de piezas a lo largo y ancho de la comunidad. "Había días que volvíamos con material y otros con nada", recuerda el flautista Fran López.

Tras Fiandola, Os Viqueiras de Ordes impregnaron de buenas vibraciones al público. También pudieron presumir de su reciente libro-disco que surge de la recopilación que impulsó Manuel Viqueira durante 16 años. Lleva por título Vilaverde en referencia al lugar de nacimiento de padre e hijo. "Fue un trabajo muy engorroso hasta el punto de querer dejarlo", confiesa Manuel.

Por su parte, Os Faíscas da Pontaghra han sabido traspasar su música, cruzando incluso el océano, para aterrizar en la madrugada del martes en Couso. "Este es un festival sonado porque la gente aguanta mucho tiempo bailando", comenta uno de los veteranos del grupo, Alexandre Iglesia.

El broche definitivo de esta edición, lo puso Artmonium con su toque medieval.

Pese a que a las 4.30 horas, As Nosas Músicas llegaba a su fin, su fama de "foliada de larga tirada", consiguió que algunos entusiastas siguieran sonando hasta al alba.