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"En Combarro fui feliz"

El Museo de Pontevedra dedica la primavera a una exposición inédita de Carlos Maside, natural de Pontecesures

Espectadores, en la inauguración de la exposición de Carlos Maside. // Gustavo Santos

Pan, trabajo y paraíso. Era lo que prometía un santo italiano y lo que encontró Carlos Maside a su llegada a Combarro en agosto de 1952. Las calles, plazas y casas de la villa y muy especialmente la vida de sus gentes se convirtieron en un potentísimo motor para la creatividad en su etapa de madurez.

"Es un Maside pletórico desde el punto de vista vital", indica el catedrático de la Universidade de Vigo Rafael Vallejo, comisario de la exposición con la biógrafa del pintor, María Esther Rodríguez. Ésta destaca que la alegría que Combarro transmite al artista "hace incluso que cambie sus colores, que se vuelven más vivos, más intensos".

Nacido en Pontecesures en 1897 y fallecido en Compostela solo seis años después de esa estancia en Combarro, Carlos Maside fue el indiscutible renovador del arte gallego de la segunda mitad del XX. Galeguista y militante del marxismo y la vanguardia, apuesta por el expresionismo y quiso como muchos de sus amigos forjar otra Galicia con un movimiento cultural orgulloso de si mismo. Eso antes de que la Guerra Civil lo destruyese todo.

A partir del 36 se va aislando y hace frente a la derrota (le han retirado su plaza de profesor de Dibujo, ha dejado el grabado, perdió las colaboraciones en periódicos y la ilusión de firmar grandes murales) centrando su existencia en la pintura, la lectura y la correspondencia, especialmente con el exilio americano.

Es en este momento final de su vida cuando llega a Combarro, donde experimentará una fiebre creativa. Se trata de un impulso feliz y vital que lo tendrá tres meses trabajando sin descanso desde el amanecer, dibujando y pintando al natural. Casas, calles, plazas, instantes de la vida cotidiana van desfilando ante el espectador y fijan la imagen de Combarro en un momento concreto de la historia. Es un proceso de fotografiado que el autor reproduce en otras villas y ciudades que le resultan especialmente cercanas, como Noia, Vigo y, especialmente, Santiago.

Pero para Maside los mejores paisajes son los humanos, observar sus reuniones, sus procesiones y conversaciones en la fuente. También sus mercados o la llegada de los barcos con pescado fresco al muelle de Combarro, donde iniciaba cada día su jornada entre las 6 y las 7 de la mañana.

Seguía trabajando a lo largo del día al compás de la cadena de acontecimientos cotidianos: mujeres que preparan la comida, acarrean agua, marisquean, van a la fábrica, cuidan de los niños. Y hombres que arreglan redes, cestos o que por la tarde posan alegres en el estudio del pintor, al igual que las niñas que calcetan y leen...

"Él decía allí fui feliz. Se lo dijo muchas veces a su sobrino Xulio Maside", recordaba ayer Rafael Vallejo coincidiendo con la apertura de la exposición, "decía que debería volver todos los años".

Como resultado de este intenso trabajo Maside fija en su obra "el retrato de un pueblo relativamente pobre", que emigra o está camino de ello. Es la imagen de Combarro pero también "de la Galicia popular, modesta, de los años 50", del éxodo que vuelve a ser masivo. De hecho, algunos de los protagonistas de la exposición salieron pocos años después camino de América.

Carlos Maside en Combarro, 1952 reúne 109 obras, la inmensa mayoría inéditas, de hecho el autor solo pudo ver expuesta una de ellas, A peixeira. Son trabajos "muy desconocidos e interesantes, que vienen a llenar un vacío importante en el conocimiento de la obra de este autor", señala el comisario.

A mayores de los trabajos expuestos, en breve se presentará el catálogo con las 312 obras documentadas que Maside realizó en Combarro y que han sido rastreadas en los últimos 20 años por los organizadores de la muestra. Como complemento de la misma, los próximos días 11 y 25 se celebrará el taller para escolares Paisajes de siempre para niños de ahora.

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