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El portero aún resiste en Vilagarcía

Carlos Calvo es el más antiguo de la ciudad desarrollando una profesión en la que ya quedan pocos inmuebles que la conserven. Su portería ocupa todo el edificio del Casino

Carlos Calvo departiendo delante del edificio cuando se produjo allí un incendio mortal. // I. Abella

La profesión de portero de edificio se ha convertido en un rara avis en los tiempos que corren. En el casco urbano de Vilagarcía solo existen cinco inmuebles que todavía cuentan con esa persona de confianza, diligente, amable y discreta que, como reza la expresión, siempre está para un roto y un descosido.

Carlos Calvo, portero en Castelao 7 más conocido por el edificio del Casino, es el que más años acumula actualmente en el oficio. Diez años suma ya en la que se convirtió en su profesión tras un infortunio laboral previo. Trabajador en la extinta Reformas Arousa fueron muchas las tareas que llevó a cabo previamente en el mismo lugar donde ahora trabaja. Una caída desde un andamio le produjo graves lesiones que le obligaron a cambiar su medio de vida.

Precisamente un vecino del edificio al que conocía le habló de la posibilidad de ocupar la vacante que había quedado en la portería. Además, y debido a la incapacidad parcial adquirida tras la caída, la comunidad recibiría una partida económica al entrar Carlos en el perfil de persona en la que se centraba esta posibilidad, "la comunidad recibió casi 7.000 euros en concepto de ayuda para contratarme".

Fue ahí cuando la oportunidad llegó en el mismo lugar al que tantas veces había acudido antes del accidente y a ello se agarró no sin ciertas reticencias. Como él mismo relata, "llevaba desde los 14 años subido a un andamio y no sabía si me adaptaría a la nueva labor. Entre unos y otros me fueron animando y puedo decir, después de diez años, que me despierto cada mañana agradecido por el trabajo que tengo".

Precisamente el despertarse bien temprano es el pan de cada día para Carlos. A las 6.30 horas ya está en el edificio para empezar a desarrollar diversos quehaceres. Desde dejar el periódico a los suscriptores delante de la puerta cada mañana a la intendencia propia para el buen funcionamiento de la construcción que cuida. "Compruebo cada día que las tres bombas del agua funcionen correctamente, al igual que la caldera de gasoil. También me toca revisión a los garajes, limpieza... Básicamente que todo lo que conlleva un edificio de casi cincuenta año esté en perfectas condiciones para que los vecinos no se tengan que preocupar por nada".

Tal es el nivel de confianza que ha adquirido gracias a su eficacia que son muchos los vecinos que le invitan cada día a desayunar en su casa, "si por ellos fuera tendría que desayunar siete veces al día". También recuerda Carlos entre risas que ha tenido que declinar las invitaciones, "me llegó a pasar que si iba a una casa y no iba a la otra porque ya había desayunado, algunas vecinas se metían conmigo bromeando".

Aunque su jornada termina teóricamente a las dos de la tarde, la práctica descubre que rara vez sucede así. A su deber profesional añade una voluntad colaborativa que le ha llevado a convertirse en la solución a muchos problemas. "La verdad es que siempre estoy disponible para lo que los vecinos necesiten. Si hay que ir a las casas a cualquier reparación allí estoy para lo que haga falta y lo hago encantado".

El edificio del Casino, con un total de 72 viviendas aunque no todas ellas habitadas, cuenta con una característica entre su comunidad y es la elevada edad media de los vecinos. Esta cuestión aumenta el valor del carácter servicial de la figura del portero con más antigüedad de Vilagarcía, "si hay que ayudarles con la compra o con cualquier gestión ahí estamos".

También es cierto que no todo son bondades en su profesión, Carlos reconoce que "ojalá vaya arriba un aumento de sueldo porque hace falta, pero tampoco prefiero pensar en ello. Lo que tenga que venir vendrá. Con hacer bien mi trabajo ya tengo la cabeza bastante ocupada", comentó el portero vilagarciano.

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