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Las visitas a Vilagarcía de la flota inglesa

Los primeros atraques se produjeron en el año 1878

Uno de los homenajes realizados en el cementerio naval británico de Vilagarcía. // Iñaki Abella

¡Alguien se puede imaginar lo que significa que por ejemplo en el año 1929 llegaran en bloque esta cantidad de marinos en medio de un pueblo pequeño, tranquilo y conservador! Los oficiales querían conocer el paisaje y organizar partidos de fútbol con los equipos locales, pero la marinería quería beber lo que le dieran, falsificado o no, cantar, discutir e ir a las llamadas "casas de lenocinio". El pueblo estaba encantado con el negocio de los marinos.

Los vilagarcianos pudieron ver, cuanto menos desde el año 1874, inmensas flotas de guerra, algunos de cuyos buques participarían en la Primera Guerra Mundial, y contemplar enormes acorazados que ya eran famosos por entonces, tal como: el "Hood", que en la Segunda Guerra Mundial se enfrentó al poderoso "Bismark" alemán; el "Eduardo VII", con sus cuatro cañones de 30 centímetros, además de otros de menor calibre, el "Magnificient", el Majestic", el "Nelson", el "Rodney", y muchos cruceros, y hasta portaaviones como el "Furious" cuyos hidroaviones hacía la delicia de los vilagarcianos cuando estaban de maniobras con la flota.

La compenetración entre los vilagarcianos y la flota inglesa era casi perfecta: cuando moría un marinero, fuera simple número, lugarteniente o mayor, el pueblo entero se volcaba acompañando a los jefes ingleses y sus bandas militares con la propia municipal así como las autoridades municipales. Si por casualidad durante una visita cualquiera de la escuadra moría alguna persona importante de España o de Vilagarcía, a los funerales asistían los jefes ingleses y a nuestra banda municipal se unían las militares de los diversos acorazados.

Como ejemplo de esta compenetración, citar el muy conocido suceso, en que aprovechando el tradicional entierro de la sardina que se celebraba anualmente en nuestro municipio, se invitó al almirante jefe de la flota inglesa a presidir la fiesta- (para el genio inglés era una forma curiosa se satirizar la muerte) y el multifacético Urioste había hecho un apropósito metiéndose con el lacón con grelos, pero con música de la "Marcha Fúnebre" de Chopin, y como el pueblo entero cantaba lo del lacón con la música del ilustre polaco, el almirante inglés comentó muy gravemente, "¡Que cultura musical hay en este pueblo!".

Don Elías Penide que era una fuente de recuerdos y sabiduría popular recordaba hace muchos años, que "al llegar la escuadra, acudían varias casas de banca de Vigo a nuestra ciudad, las cuales instalaban unas mesas frente al antiguo muelle de hierro, con unos carteles que decían "Money Exchange". Tanto debió ser el negocio del cambio de las libras por pesetas, que mucha gente lo hacía por su cuenta al margen de los bancos, exactamente igual que hacían los habitantes del bloque soviético con los turistas occidentales.

De las visitas, que llegaron hasta el año 1936 a causa de la guerra civil, quedan dos cosas importantes para los vilagarcianos: el fútbol y el Cementerio Inglés, de Rubiáns.

A la mayoría de los campeonatos de fútbol asistían, además del pueblo vilagarciano fascinado por el nuevo deporte, los jefes ingleses, y hubo ocasiones, por ejemplo en enero de 1927 en que fueron presididos por los almirantes, además de las autoridades civiles y militares de la zona, y al año siguiente se preparó un campeonato de siete días, disputándose la llamada "Copa García", participando los equipos españoles: "Galicia F.C." y el conocido "Villagarcía", así como otros tantos ingleses de la flota. También el "Eiriña" participó en otros partidos.

Sin embargo, lo que ha permanecido como algo exclusivo de los vilagarcianos es el Cementerio Naval Británico, en el que reposan trece marineros ingleses, desde un simple aprendiz hasta un mayor. También están enterrados el que fuera cónsul británico en Vigo durante muchos años, Alexander Lindsay y su esposa, y el vilagarciano de adopción Charles Lessner, ingeniero inglés de minas, casado con la vilagarciana doña Josefina Porto.

Fue consagrado como tierra santa el 20 de octubre de 1910, siendo su inauguración una verdadera necesidad por las frecuentes muertes, accidentadas o no, que se producían durante las visitas. No hay que olvidar que frecuentemente se realizaban maniobras en la ría y fuera de ella, que inevitablemente producían algún accidente, además de los que se producían los propios marinos tras coger una buena borrachera.

Las últimas palabras que dijo un almirante inglés en su despedida de Vilagarcía en enero de 1936, fue Sir Roger Bakhouse "?.Apreciamos mucho su atención, yo, los oficiales y los marineros de los buques que se encuentran actualmente en la bahía de Villagarcía. Queda de Vd. Almirante Jefe".

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