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La comarca sacia su sed de “furancho”

Termina la temporada de los “loureiros” con llenos y largas colas el último día de apertura. “La gente tenía muchas ganas de salir; es nuestra cultura”, asegura el portavoz del colectivo en la provincia

El furancho “Casa Martínez” de Vilaboa se llenó el pasado jueves sin pausa desde que abrió a las siete de la tarde. // GUSTAVO SANTOS

Eran las once de la noche del pasado jueves y todavía había una cola de clientes aguardando para ocupar una mesa en el furancho “Casa Martínez” de Vilaboa. Eran los últimos grupos pendientes de entrar, pero la afluencia había sido continua desde las siete de la tarde, hora en la que había abierto sus puertas. La espera fue larga para todos los clientes, pero las ganas que tenían de disfrutar del vino y la comida caseros era tan grandes que a nadie se le hizo pesado. Una vez más, la cultura del furancho ha triunfado en la comarca.

El 30 de junio era el último día oficial de apertura de este tipo de locales en las viviendas de sus propietarios, familias que cada año en Galicia pueden dedicar un máximo de tres meses a la actividad entre los de diciembre y junio. “Casa Martínez” logró llegar hasta la última jornada con excedente de vino, pero fue de los pocos furanchos, ya que muchos ya lo terminaron hace días y desde mediados de junio ya echaron la verja hasta la próxima temporada. La fama de este “loureiro” en concreto hizo que ninguna de sus 20 mesas se quedase vacía el pasado miércoles, una cita perfecta que para muchos supuso el inicio de las vacaciones de verano.

El vino tinto de casa es el más solicitado por los clientes de los "loureiros". GUSTAVO SANTOS

Jorge Garrido es uno de los dos hermanos que están al frente del furancho, propiedad de sus padres y en actividad desde hace dos décadas, por lo que buena parte de su clientela ya son incluso amigos de la familia. “Fueron muy bien la tarde y noche. Hubo mucha gente, porque se les notan las ganas de salir. Hubo colas durante horas”, celebra. “Como no hacemos reservas ni nada, a medida que van acabando unos, entran los otros”, añade.

Sirven tinto país y albariño, siendo más demandado el primero de ellos. En cuanto a la comida, lo que más se pide son las empanadillas y empanadas, “y la oreja de cerdo, porque tenemos buena fama de hacerla bien”. El postre en el último día fue detalle de la casa.

En referencia al vino sobrante, “el que ha quedado es para nosotros”, asegura Garrido.

“Casa Martínez” abrió este año en el primer fin de semana de abril y durante ese mes y el siguiente estuvieron en actividad solamente los viernes, sábados y domingos. Ya en junio sirvieron a su clientela de martes a domingo incluidos.

Gente esperando para entrar en el furancho de Vilaboa, uno de los muchos de la localidad. // GUSTAVO SANTOS

“Una temporada muy buena”

En la provincia de Pontevedra Guillermo Martínez es el portavoz de los “furancheiros”. También él reconoce que ha sido una temporada muy buena y coincide en que “las ganas que tenía la gente de salir eran muchas”. “El ansia era desesperada, de salir, de contactar, de hablar; es nuestra cultura”, resume. “En los contactos que he mantenido con los furanchos todos están muy contentos, la valoración es muy positiva”.

En este sentido, destaca que la mejor prueba de que la campaña ha ido bien es que muchos “loureiros” terminaron los excedentes de vino antes de que llegase la fecha oficial de fin de temporada.

La pandemia del COVID condicionó mucho la actividad de los furanchos de la comarca pontevedresa, que aunque ya pudieron abrir el año pasado fueron muy cautos a la hora de decidirse a hacerlo. Martínez considera que porque tanto los propios dueños de los locales como sus clientes tenían “mucho respeto” al virus, ya que muchos de ellos son personas de edad avanzada. “Hay gente que tienen a mayores en casa o a personas con enfermedades”, recuerda.

Grupos de familiares y amigos se dieron cita para disfrutar de la última tarde de "furancheo". GUSTAVO SANTOS

Una de las claves del éxito de este tipo de actividad tan arraigada en la cultura gallega radica en que las familias productoras de vino repartan sus tres meses de apertura para que no coincidan todos a la vez y el período de oferta se haga más largo para el público. “Que sea repartida la cosa para que no sea todo junto en un momento ni en otro”, indica el portavoz de los furancheiros pontevedreses.

Hay que recordar que los furanchos o loureiros se habilitan en los bajos o garajes de las viviendas familiares para ofrecer a los visitantes el excedente de vino de la cosecha particular.

Vilaboa, como todas las de costa, es una de las localidades de la comarca con más locales de este tipo. “Llegó a haber 17. Este año abrieron siete como mucho”, informa Guillermo Martínez. La principal causa de la reducción es la falta de relevo generacional, “porque atender un furancho supone un sacrificio total”.

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