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El petardo que fulminó el corazón de Gus

Una familia de Viascón, desolada, tras perder a su perro, que sufrió un infarto al estallar en la finca de su casa una bomba de palenque durante las celebraciones de Fin de Año

Gus, en una imagen facilitada por la familia. FdV

Gus formaba parte de la familia de Begoña Casalderrey Rodríguez desde hacía una década, cuando fue adoptado tras pasar por la protectora Os Palleiros. Todos se preparaban para celebrar la fiesta de Fin de Año en su casa de Viascón, en Cerdedo-Cotobade, cuando un petardo se cruzó en el camino del perro. Conocido es que estos animales se asustan al máximo cuando escuchan bombas de palenque y material pirotécnico. Ya el día de Nochebuena, la fiesta organizada por unos vecinos con petardos de este tipo provocó un primer episodio de ansiedad y nerviosismo en Gus. Pero en la siguiente celebración, la de Fin de Año, el corazón del perro dijo basta. Una de las bombas de palenque lanzadas en la zona, algo bastante habitual en Nochevieja, cayó a los pies del animal, que sufrió un ataque al corazón del que ya no se pudo recuperar.

Así lo indican sus propietarios, que han querido plasmar por escrito la desolación que padecen desde aquella noche. Además, hacen un llamamiento para concienciar a la gente sobre los efectos que las bombas de palenque y los petardos causan en los perros.

En su carta, Begoña Casalderrey y su familia recuerdan que Gus “fue abandonado en un camping con menos de un año”, y pasó a ser atendido por Os Palleiros, si bien “a los pocos meses en la protectora enfermó de parvovirosis”. Fue entonces cuando esta familia, que reside desde hace dos años en Viascón, se convirtió en su núcleo provisional de acogida mientras se recuperaba de la enfermedad, pero acabó siendo su familia permanente.

“Fueron diez maravillosos años que tocaron a su fin el pasado 1 de enero del 2022”, detalla Begoña, que subraya que “llegaron las fiestas de Navidad, con los estruendos provocados por los fuegos lanzados por los vecinos”, unos episodios que hacen mella en la salud de Gus, y más a su edad. Recuerda que el 24 de diciembre fue un día muy difícil”, con el perro en un alarmante “estado de ansiedad y desesperación”, por lo que “se expuso a los vecinos el problema para que comprendieran la situación de cara a la celebración del día 31 de diciembre”. Pero llegado ese día, volvieron “los petardos, fuegos y bengalas hasta tal punto de que varios fuegos acabaron en el terreno de nuestra casa, con tan mala suerte que uno de ellos cayó próximo” al perro, lo que “provocó que su corazón se acelerase de tal manera que, a pesar de que la familia y los veterinarios intentaron todo cuanto estuvo en su mano para calmarlo, nada consiguió calmarlo y el corazón esta vez no lo resistió”.

La familia se confiesa desolada y pide que la gente se conciencie con este problema. “Creemos importante fijar unas normas de convivencia para todo el vecindario, poniendo avisos antes de hacer más daño a los indefensos animales”, señalan en su carta. Y concluyen diciendo que “ya no hay nada que podamos hacer por Gus, pero estamos seguros de que a él no le gustaría buscar culpables, pero si le gustaría que su muerte no fuese gratuita y nos ayude a reflexionar y poner límite a los fuegos y petardos para respetar a nuestros seres queridos”.

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