"Muy ilustre señor: Al punto que esta escrivo, quedan junto a este puerto 30 naves ynglesas. Y el capitán dellas, que se dice Francisco Draques, se a desembarcado un tiro de arcabuz desta villa, en un sitio fuerte, que se diçe el Vurgo, con mil y quinientos hombres en lanchas y esquifes. Diçe que biene por orden de la reina de Yngalaterra a satisfaçerse de los agravios, que los yngleses an recivido en esta villa. Y a soltar a los que estubieren presos y bolverles sus haciendas... Procuraré defender esta fuerça hasta morir en ella. Aviso del punto en que esto queda a su majestad, como me lo tiene mandado... En Vayona a las onçe de la noche...Fdo: Bermúdez".

Acababa el 7 de octubre de 1585 cuando se envía esta misiva al monarca español para advertir de la entrada de las tropas del corsario Drake en el sur de Galicia y del previsible saqueo de las poblaciones próximas. Entre ellas, Pontevedra era especialmente apetecible para los ingleses "ya que custodiaba tras sus murallas, por ejemplo, tres mil pipas de vino destinadas a la real armada", explica el historiador Juan Juega.

Éste firma con Pilar Rosales Vázquez el estudio "El arzobispo Sanclemente versus Francis Drake en las Rías Baixas", una obra que recupera la memoria de una pequeña Virgen convertida en defensora de las gentes del mar.

"La Virgen de los Placeres o de Quitapesares", explican los autores del estudio, "se representa como mulier amicta sole, la mujer vestida de sol, descrita en el capítulo XII del Apocalipsis". Se trata de una imagen rodeada de rayos de sol, con una corona de estrellas sobre la cabeza y, a los pies, la luna.

La imagen porta al Niño en brazos y en una mano una manzana, símbolo del pecado que según las escrituras cristianas llevó a la expulsión de Adán y Eva del paraíso.

En la base de la torre del campanario de Santa María figura un relieve que reproduce esta imagen mariana. Es un modelo que se repite en la Virgen venerada en la iglesia de Placeres, un templo levantado por Montero Ríos sobre la anterior ermita, en Lourizán, en el extremo de la barra del puerto.

La imagen aparece documentada por Rodríguez Moñiz en 1595 y figura, asimismo en la célebre Carta Geométrica de Galicia de Domingo Fontán, de 1834. Este cartógrafo ya denomina al lugar en el que está emplazada la ermita como Placeres. "Creemos que en Lourizán ambas advocaciones, Quitapesares y Placeres, hacen alusión a la misma idea: las dificultades que con conllevaba atravesar la barra".

Era un lugar, como recuerdan los historiadores, peligroso para los navegantes y de hecho se alertaba a los barcos mediante un farol (el denominado "lume de San Miguel") que también servía para señalar las aguas jurisdicionales de la villa del Lérez.

A los estudiosos les resulta complicado aclarar cual de las dos imágenes es anterior. Con respecto a sus dataciones, "queda fuera de dudas el ejemplar pontevedrés, que se corresponde con las obras llevadas a cabo en la torre de las campanas en la última década del siglo XVI. ¿La habrá tomado como emblema personal don Alonso Fonseca III, que comenzó su carrera eclesiástica en 1491 como párroco de los mareantes pontevedreses?", se preguntan.

También pudo suceder, como explican los historiadores que el que llegaría a ser prelado compostelano donara esta imagen a los feligreses "para que los protegiera en el punto más peligroso de la navegación en la ría", aunque desconfían de esta posibilidad.

Sea como fuere, las tropas del corsario Drake no lograron atravesar esa barra de arena situada en Lourizán, un hecho que los pontevedreses interpretaron como una defensa de la ciudad por parte de la Virgen de Quitapesares.

En este sentido, los historiadores señalan que "la torre de las campanas de Santa María y el foso de las Torres Arzobispales son obras coetáneas y dirigidas por el mismo aparejador en el contexto del horror ante la amenaza luterana y el temor a los ataques de los corsarios ingleses. La introducción del relieve de la Virgen de Quitapesares en la base de la torre puede interpretarse como un acto de reconocimiento de los mareantes locales para con la Virgen de la ermita de Lourizán, dado que Drake no fue capaz de atravesar la barra defendida por esta advocación mariana".

El relieve se ubica en una plaza pública y se labra en piedra, "lo que le proporciona un carácter monumento conmemorativo, de exvoto gremial que recordase permanentemente a sus vecinos que la villa fue salvada de las tropelías de los herejes de manera milagrosa, por intercesión directa de la madre de Dios".

Así, la imagen en el campanario de la Basílica se labró a modo de agradecimiento, todo ello en el marco de una guerra de religión en la que el dogma de María es negado por los luteranos y exaltado al extremo por los católicos, lo que explica, como recuerdan los historiadores, que por ejemplo los coruñeses se encomendasen durante el asedio de Drake a la Virgen del Rosario, ya que en general los partidarios del credo reformado consideraban el culto a María como una invención de Satán.

Y si la retirada de las tropas de Drake hizo que la Virgen del Rosario fuese proclamada patrona de los coruñeses, la pontevedresa Virgen de Quitapesares se convirtió en defensora de los vecinos de la ciudad del Lérez.

Éstos la correspondieron con una intensa devoción que que prolongó casi dos siglos y distintos crónicas constatan los numerosos exvotos que recibía.

Todo cambió en 1719, cuando una nueva invasión inglesa obliga a huir despavoridos a los vecinos. Ya nunca volverían a confiar en su pequeña Virgen iluminada por el sol.

"La mayoría desconoce este relieve, mientras que da muestras de un celo exagerado al Cristo del Buen Viaje"

Alrededor de 1702 los cartógrafos franceses, aliados con los partidarios españoles de los borbones, levantaron planos de las rías. Esta información se trasladó a los entonces aliados ingleses unos años después "facilitando el desembarco de su tropa en el estuario del Ulló, en el fondo de la ría de Vigo, y encaminándose a pie hasta la villa de Pontevedra".

Los vecinos de la ciudad dejaron la ciudad desierta. "En esta ocasión la Virgen de los Quitapesares", añaden los historiadores, "no protegió a sus fieles y éstos la condenaron al olvido, tan profundo que la mayoría de los pontevedreses actuales desconoce el significado de este relieve, mientras que dan muestras de un celo exagerado a la imagen del Cristo del Buen Viaje colocado a su vera".

Con todo, los pontevedreses no fueron tan expeditivos como los vecinos de otras localidades. Juan Juega y Pilar Rosales Vázquez recuerdan en su estudio que en otros puertos "el santo protector de la barra es amenazado por los mareantes con arrojarle puñados de arena al rostro si no ampara el tránsito de embarcaciones, como recoge Lourenço Alves en Póvoa de Varzim".