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Ridimoas, el bosque que nació en tierra quemada

Pablo Rodríguez 'Oitabén' camina por la parte baja del bosque de Ridimoas. FERNANDO CASANOVA

Ridimoas creció en tierra quemada. El bosque autóctono que hoy se extiende a lo largo y ancho de 500 hectáreas en Beade nació en los laboratorios de ciencias naturales de la Universidade Laboral en 1976. La actividad extraescolar denominada Aula Verde la impulsó el entonces profesor Pablo Rodríguez Fernández ‘Oitabén’ que quiso inculcar en sus alumnos el interés por los árboles, las especies autóctonas y la fauna silvestre. Las primeras bellotas, castañas y nueces germinaron en los envases de comida que desechaba la cocina del instituto y del nombre de la primera parcela en la que aquellos brotes adquirieron envergadura surgió Ridimoas, resultado de la contracción de río de Moas con la que el topónimo de aquel trozo de tierra evolucionó en los papeles del catastro.

El proyecto que germinó en las aulas de la antigua Universidade Laboral en 1976 es hoy una extensión de 500 hectáreas de árboles autóctonos y fauna silvestre que afronta un nuevo reto: la sequía y el cambio climático

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Para la plantación eligieron terrenos forestales en Beade arrasados por los incendios porque una de las ideas con las que nació este proyecto era la de recuperar la biodiversidad del monte. Desde entonces han pasado 45 años y aquella fue la última vez que las llamas tocaron este territorio. En las recurrentes olas de incendios que castigan Ourense año tras año, Ridimoas ha logrado esquivar el fuego.

La clave, apunta Oitabén, es “ser muy generalista y saber cómo se limpia. Hay que tener muy presente que un porcentaje grande de la biodiversidad del bosque está en el matorral. El bosque no es una alameda, hay que dejar mucha cosa, y al llegar la primavera tienes que parar porque los animales están criando y no se puede invadir su espacio con una desbrozadora”, explica.

"Hay que saber limpiar.Un porcentaje grande de la biodiversidad del bosque está en el matorral, el bosque no es una alameda"

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Declaración de utilidad pública

Al tiempo que apostaban por la educación ambiental, la rehabilitación de la fauna silvestre (especialmente de aves de presa) y la biodiversidad, “vimos un bosque regenerándose ante nuestros ojos”, recuerda Oitabén. Los premios que fueron cosechando, algunos muy relevantes a nivel nacional e internacional, aportaron la dotación económica que permitió crear, en 1988, la Asociación Cultural Ecolóxica Ridimoas, a la que a Xunta de Galicia acaba de declarar de utilidad pública. La orden, con fecha del 8 de julio y publicada en el DOG el día 20 del mismo mes, confirma que “la entidad solicitante reúne los requisitos necesarios”.

Después de tantos años de trabajo, celebra la asociación, “reconocen que nuestra labor es importante para la sociedad en general”. Un logro, añade la entidad, “que ha sido posible con el apoyo de mucha gente, especialmente los socios y socias que dotan a Ridimoas de una sólida base social y económica”.

"Ha sido posible con el apoyo de mucha gente, especialmente los socios y socias que dotan a Ridimoas de una sólida base social y económica”

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En Ridimoas hay socios de todo el país y también de fuera de las fronteras nacionales. Un ejército de 1.200 protectores del medio ambiente que pagan una cuota mínima de 20 euros al año que les convierten en propietarios fiscales de la tierras adquiridas. La filosofía de la asociación es sumar una nueva hectárea cada año y cada vez que se produce una alta en la sociedad se planta un árbol.

Un bosque autóctono y diverso

Lo que han logrado en cuatro décadas es un bosque de transición entre la región eurosiberiana y la mediterránea, en un terreno irregular óptimo para el desarrollo de flora variada, en altitudes comprendidas entre 90 y 308 metros sobre el nivel del mar. Por la parte más baja del bosque discurre el Regato de Caldelas, donde habita el acereiro (Prunus lusitanica), un árbol de ribera considerado una reliquia del terciario y raro en Galicia. Destaca también una gran carballeira con sotobosque de rascacú (Ruscus aculeatus), érbedo (Arbutus unedo) y la cerdeira de acios (Prunus padus).

El acereiro en fruto, una de las especies destacadas en Ridimoas. FERNANDO CASANOVA

Oitabén, que se jubiló de la docencia en 2011, es consciente de que ha entregado su vida a este bosque y que forma parte de él. Lo recorre cada día en su yegua y es capaz de percibir el mínimo cambio. Conoce al detalle su fauna y los animales también se han acostumbrado a él. Cuando Ridimoas recibe visitas, se mantienen esquivos y ocultos, pero cuando Pablo se queda solo y vuelve a reinar el silencio sale la garduña a saludarle y el jabalí se acerca a olerle los pies.

La sequía y el cambio climático

El bosque ha esquivado el fuego, pero no baja la alerta. Las tormentas secas que producen rayos que pueden ser devastadores, como se ha visto en la ola de incendios del pasado mes de julio, son una amenaza contra la que no se puede luchar, a la que se suma la grave sequía y el cambio climático. “Las condiciones climáticas nos lo ponen difícil, pero nosotros continuamos, sabemos que habrá una variación en la estructura de los bosques, y que se empezará a notar a partir de este año. En Ridimoas tratamos de anticiparnos, poniendo árboles que soporten mejor las temporadas secas”.

El déficit hídrico y las elevadas temperaturas a las que la vegetación gallega no está acostumbrada son la gran preocupación. Pablo Oitabén, que aprendió a realizar mediciones muy detalladas del factor climático a raíz de su participación como docente en el programa mundial Globe que impulsó la Nasa para evaluar el cambio climático, sigue muy de cerca los datos. “Para que el bosque funcione de forma natural se necesitan al menos 1.000 litros de agua recogidos en un mínimo de cien días de lluvia. Esto sería lo óptimo, pero no está pasando”. De enero a julio de este año, en un período de siete meses, el laboratorio meteorológico de Ridimoas recogió 283 l/m2, el volumen que se recogería en un solo mes en un año normal”.

El Regato de Caldelas, casi seco por primera vez en décadas. | // FERNANDDO CASANOVA

El presidente de la asociación no oculta su inquietud ante esta situación que ya tiene impacto en el bosque. El Regato de Caldelas está prácticamente seco, algo que no había ocurrido nunca, y ante la ausencia de agua, sobre todo en la parte alta, ellos mismos están aprovechando las cavidades naturales de las rocas para habilitar bebederos para los animales. “Ponemos 25 litros en cada uno y a través de las cámaras trampa vemos como se acercan a beber”, relata Oitabén.

Efectos en la flora y la fauna

La situación es complicada, reitera, y la recogida de datos que llevan realizando desde 1976 confirma el trauma que vive el bosque. “Prevemos una extinción local de anfibios, porque las pozas no cogieron agua, y esto nunca pasó. La píntega, y en general los anfibios de rabo necesitan agua pura, por eso Galicia ha sido un hábitat muy bueno para ellos, pero este año están secas”. En la flora, alerta, “por primera vez se secan las mimosas, es un dato inédito, no sabemos si van a retoñar, pero respondieron a la sequía igual que a las heladas”. Otra planta que era frecuente y lleva años sin aparecer y ya dan por perdida es la aguileña (Aquilegia vulgaris).

Apostar por el bosque, concluye Pablo Oitabén, “es muy difícil, las soluciones que se están dando a los incendios de miles de hectáreas son simplistas, cuando esto es mucho más complejo. El bosque es una dedicación exclusiva, de fuerza de voluntad y trabajo diario”.

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