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El reloj que perdió 5 minutos en una década

Óscar Pérez Mazaira se subió ayer a lo alto del Consistorio para ajustar el retraso que acumulaba el reloj desde 2012. | // IÑAKI OSORIO

Óscar Pérez Mazaira se crió entre el tictac de decenas de relojes. El reto que le proponía su padre, cuando solo tenía ocho años, era desmontar despertadores de cuerda y volver a montarlos sin que sobrasen piezas. Y siempre lo conseguía. Hoy es uno de los pocos expertos en relojería monumental e industrial que siguen en el oficio. Aprendió de su padre, pero también de su tío, los hermanos Francisco y Salvador Pérez Álvarez, fundadores de la relojería Peares del barrio de A Ponte, un establecimiento y taller artesanal con más de medio siglo de historia.

Ayer subió por primera vez a la azotea del Concello de Ourense para ajustar la hora del reloj que informa del tiempo en la emblemática Praza Maior. El instrumento lleva 131 años en lo alto del consistorio, pero su presencia es muy discreta, aunque el 27 de febrero protagonizó un cupón de la ONCE. No toca las horas ni tiene repertorio musical, y quizás por eso nadie se percató hasta esta última semana de que atrasaba cinco minutos.

Algo así no habría ocurrido antes de 1998, cuando el reloj todavía funcionaba con el mecanismo original y había que darle cuerda cada dos días. Pérez Mazaira recuerda que era Francisco Blanco, que fue presidente de la asociación de relojeros, quien se encargaba de esta faena.

Cambio al mecanismo electrónico

A finales del siglo XX, el Concello decidió automatizar el instrumento y, con ello, reducir de forma drástica las visitas a la azotea del consistorio. Con la maquinaria electrónica, apunta Óscar Pérez, “uno se puede olvidar de los relojes. El cambio de hora en otoño y primavera es automático, y apenas se producen averías, pero hay que hacer una revisión de vez en cuando porque siempre se producen variaciones”.

La última revisión en el reloj del Concello de Ourense la hizo su tío Salvador, ya jubilado, en 2012. Los cinco minutos de retraso que acumulaba el reloj es el resultado de sumar los segundos que ha ido perdiendo, décima a décima, este instrumento en casi diez años.

Óscar Pérez, de relojería Peares, con su maletín de trabajo frente a la fachada del Concello en la que se encuentra el reloj. Iñaki Osorio

“Estos relojes en edificios e iglesias siguen siendo referencia para los ciudadanos”, explica Óscar Pérez, que para ajustar la hora se guía por un reloj radiocontrolado, que ofrece una mayor precisión.

Con la telefonía móvil es más fácil disponer de la hora exacta, pero no siempre fue así. Como anécdota, recuerda la que siempre cuenta su tío, cuando el Rally de Ourense le pidió una solución para sincronizar la salida de los vehículos en todos los tramos: “De aquellas empezaban a salir los despertadores con radiocontrol, y fue lo que usaron”, relata.

La automatización de la relojería les ha restado trabajo en este campo, pero el mantenimiento les sigue requiriendo en las alturas.

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