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El esperado Día del Padre presencial

Pepe con su hijo Yago, en la casa familiar de Carfaxiño, Celanova. | // BRAIS LORENZO

El Día del Padre fue la primera celebración que nos robó la pandemia. Después vendrían muchas más, pero aquel San José de 2020, la sociedad todavía pensaba, inocente, que era algo pasajero y que en dos o tres semanas habría terminado. Vivíamos los primeros días del confinamiento domiciliario y de una separación entre familias que se prolongaría durante meses.

Un año y tres olas después, persisten las restricciones pero la evolución favorable de las últimas semanas ha permitido que Yago Pérez, de 25 años y trabajador de Reganosa, en Ferrol, celebrase el Día del Padre en la finca familiar de Carfaxiño, Celanova. En 2020 envió la felicitación a través de un reportaje en FARO y se sentó a la mesa de a través de una pantalla. “Fue como estar juntos pero no pude entregarle los regalos, se los tuvo que dar mi hermana en representación de los dos”. Aunque desde entonces ha pasado mucho tiempo con su padre, que también está de santo, esta fiesta era una espinita todavía clavada. “Quedó ahí como algo pendiente, le tenía ganas”, comenta.

La felicitación de Yago a su padre, el año pasado.

La felicitación de Yago a su padre, el año pasado. FdV

La de Yago es una familia muy unida. Antes de la pandemia, él venía todos los fines de semana, y después también, siempre que las restricciones de movilidad se lo han permitido. Hace un año, apenas llevaba cinco días confinado y ya decía echar de menos a su familia y sus amigos. Contaba los días y cuando comenzó la desescalada todavía tuvo que esperar a que se levantase el cierre perimetral entre provincias para reunirse con ellos. Apareció sin avisar. “El primer fin de semana salí de trabajar el viernes, cogí el coche y me presenté en casa por sorpresa. Fue muy emocionante, mi madre se quedó sin palabras”, recuerda.

La familia en Carfaxiño, Celanova. Brais Lorenzo

La celebración del Día del Padre en la casa de Carfaxiño suele ser de mesa grande, porque se apuntan los tíos y los abuelos, pero este año no ha podido ser. El plan era comer los cuatro y, si el tiempo lo permitía, visitar a los abuelos en Ourense, con un paseo al aire libre. Pero antes pendientes de su madre, profesora, que ayer estaba citada para recibir la segunda dosis de la vacuna. “Esperemos que no tenga efectos secundarios”.

Durante el año de pandemia, la habilidad doméstica que ha desarrollado el padre de Yago es el bricolaje. “En el confinamiento él no trabajaba y se aficionó a hacer cosas en casa, y yo desde que volví me uní a él”. Por eso el regalo que este año sí le pudo entregar son nuevas herramientas para continuar con esta afición que han desarrollado juntos.

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