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El modelo Carballiño, -70% de casos activos: “La hostelería fue señalada injustamente”

El municipio, cuyas restricciones aplica la Xunta en las áreas más afectadas, tiene 58 personas con Covid, 188 el 20 de octubre | “El foco de contagios fueron fiestas y reuniones en casas”

Antonio, su mujer Isabel y Julio, ayer a mediodía, a las puertas de un bar del centro de O Carballiño con café para llevar. | // CARLOS PETEIRO

Manuel y Yaiza, libreros en Escolma. | // CARLOS PETEIRO

Desde lo alto de una de las estanterías de la librería Escolma, un Pinocho inanimado parece cobrar vida como en el cuento italiano. La figura de madera invita, con el brazo izquierdo hacia el techo, a practicar la resistencia. A su lado, Harry Potter esgrime la varita. Como ese movimiento ondulante que propaga una piedra en un estanque, el cierre de la hostelería y las actividades no esenciales en O Carballiño (14.000 habitantes), el primer lugar de Galicia en esta segunda ola, repercute en otros sectores. “Sí se ha notado, porque a nivel local todo está mucho más condicionado. Especialmente, en los primeros días se apreciaba miedo, una fragilidad que no veías pero sí sentías”, recuerda el librero, Manuel Iglesias. El 14 de octubre, la Xunta decretó el confinamiento perimetral de O Carballiño y, una semana más tarde, la clausura de la actividad considerada como no esencial. El día 20 había 188 casos activos de Covid-19 en el municipio, el pico máximo. La curva ha caído a los 58, según los datos de ayer, tras un mínimo de 55 el domingo. El ‘modelo O Carballiño’ está siendo implementado por la Xunta en los 60 municipios más afectados, que desde el pasado sábado soportan confinamientos perimetrales y cierre de hostelería. En la localidad, la capital de una comarca donde las restricciones sí se han relajado en el resto de municipios, los vecinos consultados este lunes exculpaban a los bares de la única responsabilidad.

El soportal de la calle Tomás García Mosquera ofrecía un buen cobijo ante la amenaza de lluvia, ayer por la mañana. Un grupo coincidía y departía tras recoger el café. “Me parece bien el confinamiento perimetral y también el toque de queda para evitar que se hagan fiestas y reuniones, pero en las terrazas ya solo nos podíamos sentar juntos quienes convivíamos. Los funcionarios cobran igualmente a final de mes, pero los autónomos y la gente que no vive del Estado, sin una fuente de ingresos y con facturas que pagar e hijos a los que mantener, ¿cómo hacen?”, dice Antonio.

Isabel, su mujer, tiene sensaciones encontradas con las medidas que la Xunta decretó en Galicia y que ha aplicado en los municipios con más incidencia. “No me parece normal cerrar las cafeterías y que solo puedan vender para llevar. Creo que el foco de contagio no es ese, sino las reuniones familiares y las fiestas. Lo que sí veo bien es el toque de queda”, valora. “Primero está la salud, pero para la gente que tiene negocios de hostelería es un palo porque si no venden, no comen. El invierno ya es complicado en Galicia para ellos, y si por encima les quitan lo poco que tienen, ¿de qué viven?”, subraya esta vecina.

En el mismo lugar se encontraba Julio tras comprar su café. Asentía a las palabras de Isabel, y después reiteraba esa impresión compartida. “No me parece a mí que el problema de contagios esté en las cafeterías, siempre puede haber algún bar que se saltara las normas, pero son los menos. Aquí se hicieron supuestamente fiestas privadas en casas, bajos y naves”.

O Carballiño empezó con restricciones duras antes, y de momento sigue afectado. “Las medidas a todos nos parecen mal, pero no queda otra, lo primero es la salud. Sí hay cierto cansancio pero no queda otra que asumir la situación, por el bien de todos”, reflexionaba el propio Julio. “El modelo O Carballiño, quitando lo de la hostelería e incidiendo más en el toque de queda y que la gente no se reúna, pues me parece bien”.

Perder “el menor dinero posible”

Julio Rivera es uno de los socios de El Caserío, un bar en la céntrica calle Aldara. “Llevo 17 años”. El acceso al local está prohibido con una cinta de señalización que resulta muy gráfica. Café a café, Julio cubre estas jornadas de servicio mínimo. “Estamos trabajando para mantener los negocios abiertos y perder el menor dinero posible. En el aspecto económico, a ver cuántos sobrevivimos a esta pandemia. La sensación es de incertidumbre”.

La opción de vender para llevar es una pequeña ventana abierta, pero insostenible a medio plazo, según el sector. “Permite maquillar la situación, que no perdamos tanto dinero a final de mes. Únicamente se trata de perder el menor dinero posible, pero así no podemos continuar mucho tiempo. Si esto se alarga hasta final de año, el cierre va a estar entre las alternativas”, avisa Julio, que no pierde la esperanza de que la buena evolución en O Carballiño sirva para relajar las medidas y reabrir la sala en breve, con aforo reducido. “Queremos trabajar y funcionar con nuestros medios, no depender de ayudas que al final vamos a pagar de una manera o de otra. ¿Cuánto podremos aguantar, cuántos podremos resistir?” , incide el hostelero.

El sector rechaza el sambenito. “Nos comimos la mala fama y no es justo, porque los contagios realmente se produjeron en otros sitios. Estamos señalados injustamente. Cuando restringieron horarios, mucha gente se levantaba de la terraza porque nosotros cerrábamos para ir a fiestas privadas y reuniones en sitios pequeños. Chavales y no tan chavales”.

Es mediodía y Manuel regresa a su librería con un café para llevar. “La guardia se bajó durante la época de las vacaciones y la gente decidió hacer vida y dejarse ir, sin tener en cuenta de dónde veníamos. No aprendimos nada, yo en ese aspecto soy pesimista con el comportamiento de este país. Somos individualistas a nivel máximo”, reflexiona. “La sensación es que aceptamos las medidas y punto, porque no queda otra. A nivel de sociedad no funcionamos bien, la comunidad no forma parte de nuestra cultura. Hay ciertas normas o comportamientos que no es necesario que nadie imponga, pero nos falta la idea de comunidad y empatía”.

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