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Cultura del fuego: 177 quemas cada día de media en Ourense

Expertos piden el fomento de métodos como el compostaje y avisan del riesgo de incendios y del impacto ambiental de esta práctica

Cultura del fuego: 177 quemas cada día de media en Ourense

Los arqueólogos han encontrado evidencias de incendios hace miles de años en la provincia de Ourense, como por ejemplo en el Castro de A Saceda (Cualedro). La cultura del fuego lleva siglos arraigada en Galicia y las quemas de restos agrícolas y forestales demuestran el uso inveterado de las llamas para eliminar materia orgánica. En 2018, según datos de la Xunta, en la provincia de Ourense se registran 177 quemas cada día, de media, que son cerca de 2.000 en toda Galicia. Expertos advierten del riesgo de incendios y el impacto ambiental de esta práctica, sobre todo en el suelo. Aconsejan el fomento de métodos alternativos como el compostaje.

Las quemas agrícolas tienen que ser comunicadas y para las forestales es preciso solicitar una autorización a Medio Rural. Entre el 1 y 26 de noviembre, la consellería tramitó en la provincia 243 permisos para el monte y 4.365 para calcinar restos agrícolas. Es un total de 4.608 -una media diaria de 177 quemas-, muy superior a las 2.443 solicitudes de noviembre de 2017 -en el peor momento de la sequía- y a las 3.762 del mismo mes de 2016. En Galicia, entre el 1 y 26 del pasado mes de noviembre, la Xunta sumaba 894 autorizaciones para hacer quemas en el monte y 51.093 para la eliminación de restos agrícolas, 51.987 en total, lo que supone casi 2.000 peticiones diarias de media.

Las fogatas para eliminar rastrojos, maleza y otros restos no pueden iniciarse antes del amanecer y deben quedar extinguidas dos horas antes del ocaso. La normativa obliga a guardar una franja de 5 metros de protección, así como a aplazar o suspender las quemas si hay viento. El solicitante debe vigilar el fuego y aguardar a que se apaguen las brasas. Aunque el servicio de Prevención e Defensa contra Incendios Forestais puede dejar sin efecto los permisos de quema si las condiciones meteorológicas son adversas, seguir el protocolo "non eximirá en ningún caso das responsabilidades por danos e perdas a que houbera lugar no caso de producirse un incendio forestal polo uso do lume cando concorra neglixencia ou imprudencia", advierte Medio Rural.

"È un anacronismo, unha práctica fóra de lugar no mundo occidental. Habería que fomentar a alternativa do compost. A terra ten que comer", sostiene el ambientalista Xosé Santos, agente y miembro del Consello Forestal por Amigos da Terra. "Favorece a erosión do solo, a pérdida de biodiversidade e materia orgánica e a destrucción da capa superficial. O cambio climático é evidente, os lumes contribúen a dito cambio. As queimas son unha práctica que veñen do neolítico, e numerosos incendios son provocados por escapes". Santos defiende que la Xunta debería optar por concienciar sobre el fuego. "Un principio básico para mudar as pautas é a sensibilización e educación. A administración é a que ten que dar exemplo e propor boas prácticas. No Consello Forestal todos os anos pedimos que se deixe de usar o lume como ferramenta". Recuerda que acumular materia orgánica para que enriquezca el suelo conecta con la tradición de campesinos y viticultores. Además paliaría el daño de los incendios. "En Galicia, pola concentración de lumes recorrentes, o solo está mineralizado, faltan nutrientes e hai erosión".

Serafín González, presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural e investigador del CSIC, apunta: "Lo mejor que se puede hacer con la biomasa es triturarla y dejarla sobre el terreno, o bien utilizarla como abono verde, preferiblemente en el propio lugar. Si se quema, aparte del riesgo de que se acabe escapando, todas las partes verdes que normalmente se desbrozan son las que tienen una mayor concentración de nutrientes, sobre todo nitrógeno, que se pierde a la atmósfera". Este experto recomienda que las quemas, arraigadas en Galicia, "se hagan en el lugar más confinado posible para tener controlado el fuego, evitar que se propague y procurar que los daños sobre el terreno sean los más reducidos posibles".

Porque, según explica González, "acumular y quemar sobre todo material pesado como partes de troncos o el material más leñoso hace que el suelo soporte una temperatura muy alta. Justo debajo de la hoguera habrá una degradación importante del suelo, morirán fauna y microorganismos y se producirá una combustión total de la materia orgánica que provoca que el suelo pierda estructura".

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