La batalla ‘ecoprogre’
Virginia R. Mateos
Comunistas y ecologistas están en pie de guerra contra el cambio climático. Están dando la batalla contra los vehículos que emiten CO2, empresas, productos químicos, abonos, fertilizantes, insecticidas, gasolineras, construcción, textil, agricultura, ganadería, pesca y acuicultura... Todos enemigos del planeta. Todos verdugos.
Parece que esta gente a la que tantas infancias les hemos robado los “malvados” adultos y que tanto cacarean por el planeta, no comieran nunca, o vistieran con hojas de parra o utilizasen para desplazarse únicamente sus propias piernas.
Las plantas, los animales y la tierra están para que los hombres hagamos un uso sensato y no un abuso y, si está en nuestra mano evitar daños innecesarios al planeta, tenemos la obligación moral de hacerlo, no solo por nosotros sino por las generaciones venideras.
Dicho esto, me parece de una hipocresía incuestionable que por un lado haya gente llamando al boicot a los restaurantes que sirven pulpo y por otro que esas mismas personas utilicen sus jets privados para dar sus conferencias o asistir a conciertos. Que los políticos aseguren que van a acabar con las emisiones de CO2 sustituyendo los vehículos convencionales por los eléctricos, subiendo salvajemente los impuestos a los carburantes y que el precio de la luz sea inasequible para el ciudadano medio, es una incongruencia propia de los regímenes que estamos acostumbrados a padecer.
Mucho se les llena la boca con la protección del medio ambiente, pero en cuanto hay un árbol que molesta para “humanizar” una calle, se corta por lo sano. Cuando no es un bosque entero que molesta para hacer una urbanización o para dejarlo como un erial, porque la selva del Amazonas sí que nos preocupa, pero los árboles que dan oxígeno y absorben el dióxido de carbono de los centros de las ciudades, dan sombra y atraen la lluvia, esos nos dan igual, a esos árboles no hay que protegerles porque ni Jane Fonda y Greta han dicho nada al respecto.
Todo, en el fondo, obedece a una enfermiza fijación por acabar con todo tipo de actividad que genere trabajo y riqueza. A los ecocomunistas, la naturaleza les trae al pairo.
Mientras se siga permitiendo la tala indiscriminada de árboles de las ciudades y dejando a la gente sin vegetación, no quiero que me venga ningún ecoprogre a hablarme de la sobre explotación de la pesca, ni de la contaminación que producen las flatulencias de las vacas. Mucho más daño hace al medio ambiente el Falcon del Gobierno y aquí estamos.
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