“Quiero dejar este mundo como comunista” (Mikis Theodorakis, en su carta-testamento).

Genio y figura hasta la sepultura. Y desde esta última resucita. La hora de la anástasis, hermosa palabra griega, de la que se sirvió la iconografía cristina para representar el descenso a los infiernos de Cristo para, a continuación, resucitar de entre los muertos. Theodorakis ha muerto, pero con su carta-testamento resucita como el gran luchador de las libertades.

Su muerte contuvo el aliento de su pueblo. Era tan fuerte su naturaleza física y humana, traducida en su longevidad, que le habían bautizado como Athanatos (“el inmortal”). Inmortalidad que alcanzaría con su resurrección. Había escrito su carta-testamento el 5 de octubre de 2020 que había encargado al KKE, Partido Comunista Griego, su custodia y que fuese publicada solamente después de su muerte. Regresaba a las filas de un partido político que le llevaría a la alcaldía de Atenas en 1978, tras la caída de la Dictadura de los Coroneles. Contaba con 17 años cuando se enroló en el ELAS (Frente de Liberación Nacional), ejército partisano controlado por el KKE, para combatir en contra de la ocupación nazi, durante la II Guerra Mundial. Con 4 años más de edad volvería a combatir al lado del ELAS en la llamada Guerra Civil Griega (1946-1949). La insurrección de los comunistas frente a un gobierno monárquico apoyado por Inglaterra, que incapaz de vencer a los insurrectos pidió ayuda a EE UU. Nacía la Guerra Fría con la doctrina Truman de contención del comunismo. Durante aquellos sucesos sangrientos, fue detenido, torturado, aislado para acabar confinado en las islas de Icaria y Makronisa. Vicisitudes por las que volvería a pasar, a sus 41 años, durante la dictadura militar, apoyada por la monarquía griega. Enviado al campo de concentración de Oropos, su salud se deterioró. Merced a una campaña internacional, fue liberado por la dictadura en 1970 con la prohibición de residir en Grecia. Partiría hacia el exilio en París.

A partir de entonces, aunado a su mito de luchador incansable surge la celebridad de un músico excepcional. Celebridad que le llevará a extender su compromiso político a muchas latitudes del orbe, fundamentalmente en países de América Latina, como Chile, Uruguay y Argentina.

Para despejar cualquier otra controversia suspicaz, por su circunstancial coqueteo con fuerzas nacionalistas-conservadoras griegas, al ocupar silla ministerial del gobierno de Konstantinos Mitsotakis de 1990-1993, esta carta-testamento, cual última voluntad, es una manifestación de una militancia ideológica, por la que luchó y jamás abjuró, a pesar de su último alejamiento. “Viví mis años más fuertes y hermosos” como militante escribiría. Es, pues, la anástasis de un prócer, al que su pueblo bautizara como Athanatos.