Anda la tía Lola muy preocupada con el tema –no en vano lleva más de 40 años veraneando en ese pueblo costero y rezando en su iglesia– del supuesto robo de no sé qué estatuas, sin valor... Y que ahora, según la prensa, han tasado en miles de euros, gracias a un repentino despertar de su presunto dueño, quien las tenía en el jardín de su casa sin catalogar, dicen.

Se pregunta mi tía: qué pudo haber pasado para que el artífice de bautizos, bodas y entierros pasara de santo varón a demonio... Hay que tener mala fe para condenar a alguien sin saber quién perpetró el robo, sin haber sido juzgado, y en base a un supuesto valor que, al parecer, unos expertos anónimos han acordado para las estatuas.

Este caso me recuerda mucho al ocurrido en la catedral de Santiago, pero sin maleta y sin dinero de por medio, claro está. ¿Quién puso el libro en manos del electricista? Y ¿quién las estatuas bajo la custodia de Don Miguel? Porque mi tía Lola no cree que el servidor de Don Tucho, el que le ayudó a conducir tan bien la parroquia durante más de 25 años, haya hecho algo tan grave sin que aquel cura, al que le dedicaron la plaza de la Iglesia parroquial, –y que ahora deberían quitársela, o no, por haber sido el mentor del acusado– se haya enterado. Lo que sí es evidente, dice la tía Lola, es la inquina que el nuevo cura del pueblo libra contra el exsacristán. El odio tan grande que presuntamente le profesa, nadie sabe por qué, ha llevado al sacerdote a olvidarse de los muertos en las misas de aniversario, dejando un bochornoso espectáculo ante los ojos de los fieles que le vieron sermonear a todo un pueblo, o a la mayoría. Y en su plática decía que nadie le iba echar... ¿De dónde ? ¿Y por qué?, se preguntaron desde los bancos los familiares del difunto, estupefactos... Cuando el discurso desde el púlpito llegó a su fase álgida, todos los allí presentes, con los ojos como platos, escucharon: “El que no me quiera oír las verdades que se largue” . Y alguno así lo hizo: irse, ante las miradas de asombro de los presentes, que ya no sabían si habían acudido a la conmemoración del fallecimiento de un ser querido, o al mitin político de un desesperado candidato a la Alcaldía.

Al parecer, algunas personas de ese bonito pueblo costero, todo en boca de la tía Lola, son muy dadas a encumbrar a los de fuera. Y les gusta que los cofrades de fiestas y festejos, pregoneros mayores, sean turistas, gentes de fuera del municipio, por parecerles más chic e interesantes que sus propios paisanos. Salvo, claro está, que se trate de Valle o Camba. Si la gran creación de América, para Camba, era la América girl; la gran creación de su pueblo sería el foreign winner, el triunfador foráneo.

Va por ti, tía Lola. Y por el perdón de Dios que una parte de la curia les niega a alguno de sus feligreses. Al parecer, el rencor de algún representante de Cristo, de esos que nos mandan poner la otra mejilla, de la que ellos adolecen, no conoce límites.