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El padre Ogando

El padre Ogando ha sido llamado por el Señor a la casa del Padre.

Mi amigo Fernando López me llamó para comunicarme esta triste noticia.

El padre Ogando y yo fuimos compañeros del colegio de los Jesuitas desde 1949 a 1956 en que terminamos el bachillerato. Yo me marché a Barcelona a estudiar para ingeniero y él decidió irse a hacer el noviciado para llegar a ser un miembro de la Compañía de Jesús.

Aquel año en mi curso decidieron entrar en la Compañía más de seis compañeros, pero sólo el padre Ogando permaneció en ella y los demás fueron poco a poco abandonando la Compañía fundada por S. Ignacio de Loyola.

Al terminar su larga carrera en la Compañía de Jesús fue nombrado miembro del equipo de la iglesia que forma parte del colegio de Teis. Él volvió a su barrio donde había vivido y donde su padre era un alto funcionario de Campsa.

Al padre Ogando lo definiría como un hombre muy trabajador y muy apostólico. Él se iba con un grupo de jóvenes de acampada y les hacía unas paellas insuperables que compartían todos en un ambiente sano y de gran compañerismo.

Mas tarde con su gran amigo el padre Benito se responsabilizaron de la iglesia de los Apóstoles en Vigo.

El padre Ogando preparaba muy bien las homilías y era una delicia escuchar la sencillez y profundidad con las que nos comentaba las lecturas y el evangelio del día.

Anualmente nos convocaba a sus antiguos compañeros del colegio y acudían desde A Coruña Jaime y Fernando Salorio,Pepucho desde O Carballiño y de Vigo no faltaban nunca Antonio Landesa,Angel Maria Saenz-Diez,Manolito Rey,Jose Alvarez Contreras, el amigo Rodal, Ignacio Morán y otros muchos, alguno venía de Madrid para comer con nuestro querido “Genito”, el padre Ogando.

Los que tuvimos la suerte de estudiar en el colegio de los Jesuitas de Vigo tenemos que agradecer a los padres jesuitas varias cosas importantes: entre otras un espíritu de trabajo y de disciplina que son fundamentales para el éxito de la vida.

Nos ponían a nuestra disposición un padre espiritual que moldeaba nuestro carácter y formaba nuestra conciencia.

Tuvimos grandes rectores: el padre Escudero, el padre Jáuregui, el padre Romero etc.

Teníamos un profesorado excepcional y cito al padre Pogio como referencia.

Cuando nos vemos los compañeros de nuestro colegio nos llevamos una gran alegría y gozo, este es el mejor síntoma de que recordamos el colegio con cariño.

Hace días me llamó también el padre Marcial para comentar la muerte inesperada de nuestro querido “Genito”.

Yo tengo la sensación de que muchos nos hemos quedado huérfanos, lo curioso es que esta pena la he detectado tanto en gente mayor, madura y joven.

Pidamos al Señor que lo tenga muy cerca de Él y de Santa María y que lo premie por todos los desvelos que el nos ha tenido y premiar su gran fidelidad. D.E.P

*Miembro Club 55

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