La pandemia no solo ha generado los sufrimientos propios de una enfermedad grave, tanto a quienes lo han padecido como a sus familiares, sino que además ha hecho que los políticos y dirigentes hayan suscitado mayores pesares que los provocados por la propia enfermedad.

No solo nos han tenido encerrados como a animales durante varios meses (y lo que queda) con falta de libertad y sin derechos. No solo han conseguido arruinar el país, llevando a la quiebra a cientos de miles de familias por no permitirles trabajar a pesar de obligarles a seguir pagando sus impuestos (cuando a los “confinadores” no les ha faltado ni un solo céntimo de su salario). Han aprovechado un estado de alarma para emitir leyes y decretos abusivos amén de toda una lista de atrocidades perpetradas por decreto.

Pero lo peor ha sido la falta de escrúpulos que han demostrado al tratar a los ciudadanos sin la más mínima consideración humana. Han dejado que los enfermos (de COVIDd o no) murieran en hospitales y residencias sin que pudieran sentir la compañía de sus seres queridos. Las familias no han podido despedirse de sus familiares. La gente no ha podido ni enterrar a sus esposos, abuelos, padres o hijos. Y no lo han hecho por salvar vidas, que las vidas de los ciudadanos les importan bien poco, lo único que les ha importado ha sido no colapsar los hospitales.

Yo espero que la historia, y no solo la historia, sino los tribunales de derechos humanos juzguen y condenen a esta pandilla de dirigentes miserables por la crueldad y la falta de sensibilidad humana con la que nos están tratando a los ciudadanos durante la pandemia.