Calisto y Melibea: Calisto, alertado por el ruido de la calle en una de sus visitas nocturnas al encuentro en el huerto con su amada Melibea, se sube al muro. Desde lo alto, dando despavorida voces, ahuyenta a los rufianes, que iban a entorpecer sus amores. Pleberio, el padre de la amada, despierta por la algarabía, y los amantes se ven forzados a explicar que están locamente enamorados y que llevan meses amándose, amparados por las sombras de la noche.

El anciano padre de Melibea, hombre reacio en principio a que su hija se case con Calisto, de rango social inferior, accede a que se celebren las nupcias de la pareja para evitar el deshonor. La feliz pareja se funde en un largo beso, tras agradecer a Pleberio su benevolencia.

Anna Karenina: Anna Karenina se tiró, desolada, a las vías del tren. Un viajero que esperaba el próximo tren y la vio lanzarse descendió a las vías y la rescató del atropello que estaba a punto de sufrir.

Se recuperó de las contusiones tras varios días de ingreso en un hospital. Las tediosas horas de convalecencia las empleó en poner orden en su tumultuosa vida.

No volvería con Karenin, el marido al que había sido infiel, que, obsesionado por los convencionaliamos , no consentía el divorcio.

El conde Vronski, su amante, por el que apostó todo, incluso su buen nombre, no había estado a la altura de su entrega. Debía superar la decepción y olvidarlo.

Abandonaría Moscú y el círculo social que la había juzgado y condenado por su espíritu libre, independiente y anticonvencional.

Partiría lejos, a una sociedad más abierta y tolerante. Quizá Europa. Tal vez París. Y en la ciudad de la luz pensó antes de dormir soñando con la promesa de nuevos amores.

Romeo y Julieta: Tras conocerse y enamorarse perdidamente, la pareja de románticos amadores, Romeo y Julieta, se casan en secreto.

Cuando conocen la enemistad y el odio que se profesan sus respectivas y poderosas familias, los Capuletos y los Montescos, determinan huir de la ciudad que los vio nacer.

En un amanecer lleno de promesas, se alejan de Verona a lomos de un caballo.

De Verona y... de una segura tragedia. Al caballo alado lo empuja la fuerza del amor de la pareja de enamorados, que mira al horizonte con los ojos chispeantes de pasión.

Epílogo: El dios Cupido, que disparó sus flechas a los amantes, brinda con una copa de vino por la felicidad de los amadores el día de los enamorados, una festividad de valientes.

La diosa Fortuna cubre a las parejas con su mano protectora, librando del mal a los que se dejan. Pues también hay el modelo Werther, que no pone las cosas fáciles a los afanados dioses.