Entre Vilagarcía y Cambados siempre hubo y sigue existiendo una gran rivalidad.

Recordamos aquellas visitas del Arosa SC al campo de la Merced, hoy ya desaparecido, donde la afición cambadesa recibía a sus rivales con pancartas en las que se podía leer “Cambados da la bienvenida a los ingleses”.

También recordamos aquellas intentonas de traer para Vilagarcía “A Festa do Albariño” sin darse cuenta, que esas cepas tienen unas raíces muy profundas y casi imposible de arrancar.

Menos mal que entre Vilagarcía y Cambados se encuentra Vilanova de Arousa, de lo contrario, tendrían riñas todos los días por sus fronteras.

Vilagarcía tampoco es capaz de superar a Cambados en lo que se refiere al turismo. El Albariño con su museo, el monte de la Pastora con el cementerio de St. Mariña, la Torre de S. Sadurniño con su barrio pesquero de Santo Tomé, el palacio de Fefiñanes con su barrio lleno de tabernas, el puerto de Tragove con el molino de la Seca. Sus calles y plazas forman un conjunto muy singular.

Para colmo, hace algunas semanas, un cambadés ha sido nombrado presidente de la Autoridad Portuaria de Vilagarcía.

Una ciudad contra un pueblo y un pueblo con los pies en la tierra, que sabe lo que quiere y que mima su patrimonio cultural, nunca se dejara derrotar.

Como dijo Cabanillas, Moncho para los amigos, “A roseira do recordo/ ten as rosiñas a centos/ ni-as pode queimar o sol/ ni-as pode arrincar o vento”.

Las raíces del Albariño son muy profundas.