Ahora que tanto se habla de contaminación, con el máximo respeto y la admiración que me merecen todas las personas que se dedican a velar por nuestra salud o, en general, nuestra seguridad, desde el más humilde de los voluntarios de Protección Civil, a las más altas jerarquías, quiero darles las gracias por su abnegada entrega a la causa, felicitarles las fiestas y pedirles para el próximo año un esfuerzo en la ponderación del uso de las señales acústicas.

Aunque, en general, tanto los conductores de ambulancias como los de los coches policiales, suelen cumplir esas premisas, no ocurre lo mismo con todos los conductores de Bomberos.

Algunas veces, indistintamente de que sea mediodía o medianoche, incluso si van tres juntos, hacen sonar sus sirenas con tanto volumen y estridencia que, lejos de avisar de su presencia a los usuarios de la vía para que les faciliten el paso, lo que consiguen, además del estropicio que causan en los tímpanos de los oídos de los peatones (quienes van en coche o están en casa pueden cerrar las ventanas), es que muchos usuarios de la vía se asusten, entren en pánico y no sepan muy bien cómo reaccionar.

Créanme: hacer mucho ruido contamina más, pero no garantiza que vayan a llegar antes.