El domingo, 9, por la tarde, me olvidé el móvil en una conocida pulpería de Pontevedra. Cuando me di cuenta de mi despiste ya era tarde para recogerlo.

Sabía que cerraba el lunes y el martes, pero que si localizaba al dueño no tendría ningún problema en recuperarlo. El lunes por la tarde me facilitaron su número privado y pensé que el martes tendría el teléfono.

Sin embargo, el martes el local apareció precintado. Los motivos del precinto no vienen al caso, solo decir que debían acometerse una serie de obras de reforma, obras que ya se habían iniciado el propio lunes autorizadas por un arquitecto municipal. No obstante, pese a ello, se impone el precinto.

El miércoles me dirijo al servicio correspondiente del Concello para exponerles mi caso y, tras ser atendido muy amablemente en primera instancia, se traslada mi asunto al jefe del servicio, que me responde muy agresivo y a la defensiva que ellos no tienen ninguna responsabilidad y que si tengo que hacer alguna reclamación se la haga al responsable del negocio.

Cuando se apacigua le digo que no vengo a reclamar nada, que solo quiero recuperar mi móvil y saber cuándo se levanta el precinto. Me dice que el viernes. El miércoles por la tarde me encuentro con el titular del negocio y me dice que también le han dicho lo mismo. El jueves hablo con el propietario del local y me dice que le han dicho que el viernes por la tarde.

El mismo viernes me entero de que la decisión se aplaza hasta el miércoles o jueves de la semana siguiente, "por cuestiones de papeleo". Al final me voy a quedar, con suerte, dos semanas sin teléfono, por la decisión difícilmente inteligible de un funcionario que se emperra en imponer un precinto cuando ya se estaban acometiendo las obras que dieron lugar al mismo, obras autorizadas por el propio Concello.

Aparte de tratarme con una chulería injustificable (habría que recordarle que los funcionarios están al servicio de los administrados y no al revés), se olvida que la Administración está para resolver los problemas de los ciudadanos y no para crearlos, tomando decisiones expeditivas e inexplicables que evidencian descoordinación entre servicios y redundan en perjuicio de terceros totalmente ajenos al caso, en el titular del negocio y sus empleados, y en la ciudadanía en general.

La misma prisa que se dieron para precintar el local cuando ya se habían iniciado las obras de reforma exigidas debieran dárselas para levantarlo, una vez acometidas las mismas, en vez de escudarse en los malos modos, intentar zafarse de cualquier supuesta responsabilidad y ampararse en el anacronismo del "papeleo", actitud rayana con el franquista "vuelva usted mañana". Absolutamente kafkiano.

Ahora solo espero no ser represaliado si esta carta se publica antes de que levanten el precinto.