Crónica Política

Las fábulas

Javier Sánchez de Dios

Javier Sánchez de Dios

Parece no tener remedio el hábito del señor ministro de Transportes que consiste en meterse en líos. A primera vista diríase, al menos para con Galicia, aquello de don Mendo de “bufa, beza y escarnio”, sobre todo cuando se refiere a asuntos vitales para este antiguo Reino. El último –por ahora– se refiere a sus reproches para con el Gobierno de Francia, al que exige nada más y nada menos que acelere para cumplir plazos en la construcción del Corredor Atlántico. Lo insólito es que no hay fecha oficial, salvo la aproximación que dio la UE: el año 2030, poco más o menos.

Procede insistir en que parece una fábula. Y es así porque el señor Puente olvida, seguramente por despiste, que hasta ahora apenas se ha iniciado la tarea de adecuar las vías para que los convoyes puedan llegar hasta Monforte, lo cual no es precisamente un Corredor, sino más bien un pasillo de tamaño reducido. Además, don Óscar –muy acostumbrado a las bromas de mal gusto– tampoco se pone de acuerdo en a quién reclamarle lo reclamable, y en materia de plazos resulta especialmente absurdo pedirle cualquier cosa que no sea a partir del 2040 al Gobierno de Francia.

Resulta extraño, y hasta ridículo, que un ministro de Transportes “olvide” que París ya ha proclamado que el Corredor no estaría culminado, al menos en territorio francés, hasta el año 2040. Otra fecha que se ha manejado, y mucho, es la de 2030, pero por muy deseable que fuere, a cualquiera que resida en España le sonará a cuento chino: aquí, y por lo que a Galicia se refiere, no se cumplen los plazos ni por una rara casualidad o un despiste. Y eso, desde hace ya demasiados años, lo que obliga a los habitantes de esta tierra a extender su paciencia hasta el infinito.

Algo más. Sorprende que el Gobierno de España le exija al de Francia que cumpla con un proyecto que todavía no se conoce del todo sobre suelo español. Y no solo falta al sentido común, sino que además es con alevosía: el comisionado no solo está desaparecido –algunos hay que lo creen un fantasma– sino que hasta ahora en su escasa presencia solo dio información de los detalles, algunos importantes, pero sin entrar en el proyecto completo. Y si eso es lo que cabe esperar de quien tenía por misión observar e informar a las comunidades de cómo transcurría la ejecución de las obras, habría que decir –como tantos otros en diversas ocasiones– lo de “hasta aquí podíamos llegar”.

Es verdad que algunos se preguntarán por qué Galicia aparenta solo quejas y mal humor mientras Andalucía sin ir mas lejos, gobernada por el PP, ha optado por negociar y llegar a acuerdos como el de el uso del agua en Doñana. Es cierto que hay una diferencia de estrategia, pero conviene recordar que la comunidad sureña ha sido gobernada hasta hace muy pocos años por el PSOE y por tanto tiene al día sus compromisos. Pero no por la eficacia de sus gobernantes, sino solo por afinidades políticas. En cambio, este antiguo Reino no solo ha sido maltratado por el actual equipo del señor Sánchez, sino además olvidada –o casi– por la práctica totalidad de los gobiernos anteriores. Y a eso no hay derecho.

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