La Xunta y su presidente, Alfonso Rueda, aciertan al abrirse, al fin, a la introducción a escala autonómica de una tasa turística, de aplicación potestativa para los concellos que lo deseen. La reunión de esta semana entre el alcalde de Santiago de Compostela y el presidente ha allanado el camino para que sea posible complementar y mejorar el sistema tributario local gallego con un instrumento que va a permitir que una parte de los sobrecostes que supone el turismo para las arcas municipales sea sufragada por quienes los generan.

Porque el sistema tributario local está pensado para gravar a los residentes o a quienes tiene una conexión estable: el IBI, el impuesto anual sobre vehículos y las transferencias estatales y autonómicas no atienden a los flujos turísticos. Y cuando estos son muy intensos, lo acaban pagando residentes que en nada se aprovechan de ellos; más bien al contrario. Cierto que los problemas derivados del turismo masificado se perciben por ahora en pocos concellos. Pero hace bien la Xunta en comenzar a articular una estrategia ad hoc. La tasa turística es uno de ellos, la regulación y control estricto de las viviendas de uso turístico es otro. Pero hay más.

El turismo es como el colesterol. Hasta cierto nivel es positivo. Sobrepasado y cuando el malo supera ampliamente al bueno, nos genera problemas y toca embridarlo y tratarlo.