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Ceferino de Blas.

A la busca del personaje perdido

Rastrear la historia de un desconocido hasta llegar a identificarlo suele resultar una tarea sugestiva, en ocasiones apasionante. Depende de la dificultad del acceso a las fuentes y la relevancia del personaje.

Este caso comenzó con una pregunta de Currusca Maneiro, presidenta de la Asociación de Amigos de los Pazos, que tan encomiable labor realiza en pro de la cultura desde que la dirigía López Chaves. Quería saber si existen datos del familiar de un conocido suyo, que reside en Argentina y trata de rehacer su historia. Vivió en Vigo entre los siglos XIX y XX, y es probable que queden vigueses que lo conocieron a él y su familia. Su nombre es Cándido Lemos Lago, y figura en los listados de médicos que ejercieron en la ciudad.

La indagación no ha resultado excesivamente complicada, porque las hemerotecas atestiguan su trayectoria. He aquí un resumen de su biografía.

Aunque nació en 1855, dos años después de fundarse este periódico, la primera noticia que lo nombra es de 1881, y aparece en el Memorándum, que contiene la relación de profesionales que existían en Vigo y daba a conocer anualmente el Ayuntamiento: jueces, abogados, médicos, notarios, registradores y otros cargos que representaban ese estamento. En aquel año, había doce médicos en Vigo.

Cándido Lemos, que ejerció como médico titular municipal durante 43 años, hasta 1932, es una persona prominente en el Vigo de ese periodo, junto con los más prestigiosos profesionales, el doctor Enrique Lanzós, del que ahora preparan una biografía al cumplirse su centenario, y Nicolás Paz Pardo, que fue presidente del colegio de Médicos y del Ateneo.

Desempeñó una labor tanto pública –como médico municipal– como privada al frente de una clínica en la que trabajaba como destacado traumatólogo. Afrontó circunstancias complicadas, ya que tuvo que lidiar con la epidemia del cólera, por contaminación del agua, en el Vigo de comienzos de la primera Guerra Mundial,; y con la famosa pandemia de gripe de 1918, que segó la vida de quinientos vigueses. En el reparto de áreas entre los colegas para atender a los enfermos él se ocupó de la zona centro de la ciudad.

Promovió con los médicos municipales la reorganización y mejora de los servicios de Beneficencia e Higiene. Ejerció también una labor comprometida en la Cruz Roja, que le valió la concesión de la “Gran Placa de Honor al Mérito de la Cruz Roja”, y también en la Junta Antituberculosa, de la que dice el cronista Avelino Rodríguez Elías que Vigo fue una de las ciudades donde esta enfermedad, la tuberculosis, causó graves problemas.

Fue un habitual donante para las causas de beneficencia de la ciudad, haciendo gala de que Vigo es una sociedad siempre benéfica, como ostenta el escudo.

Su nombre aparece todos los años en la lista de personas que aportaban dinero para los niños del Asilo Niño Jesús de Praga, en Reyes. Era una institución benéfica que había sido creada en Vigo para acoger a hijos de obreras y obreros.

La muerte de su primogénito, Cándido Lemos Aguiar, en 1911, que había obtenido el doctorado en Madrid, dos años antes, y ya trabajaba con acierto en la Cruz Roja y en la Sociedad de Accidentes de Trabajo, supuso un golpe terrible para la familia.

Su pérdida desconsoló a Vigo, porque era muy querido, como se demostró en el entierro, rodeado de coronas y ramos de flores, enviados por distintos jóvenes y organismos, y del equipo de fútbol Real Club Fortuna y del Círculo Mercantil. Todos quisieron acompañarle en el último adiós, algunos transportándole a hombros.

Fue una familia muy implicada con la sociedad. Su mujer, Isidora Aguiar, formó parte del grupo de madres que contribuyeron a ayudar a los soldados vigueses que intervinieron en la guerra de África de 1921, considerada “la guerra viguesa” por el número de jóvenes que fueron reclutados, por la participación del regimiento Murcia, que tenía base en Vigo, y el regalo de la ciudad al Ejército del famoso avión de combate “Vigo” . En Tetuán vivía su hija Ica, que ejerció de enfermera, y recibió varias condecoraciones durante la guerra del Rif.

Cándido Lemos fue el decano de los médicos gallegos en activo y trabajó hasta la increíble edad –para su tiempo– de 76 años, cuando la corporación lo jubiló como médico municipal, un trienio antes de su fallecimiento, en 1935.

Fue considerado la memoria de Vigo, y le gustaba relatar a los periodistas jóvenes episodios de la ciudad en su etapa infantil y juvenil, allá por los años sesenta y setenta del siglo XIX.

¿Cómo era Cándido Lemos? Lo cuenta el redactor que escribió su necrológica: “Con el doctor Lemos desaparece del escenario vigués una figura simpática y amable, a la par que un facultativo inteligente y concienzudo. Vigués de pura cepa, amó intensamente a su pueblo cuyos progresos le llenaban de orgullo”. ¡Qué más se puede decir!

Aunque como ocurre con múltiples apellidos prestigiosos en vida, el tiempo se lleva por delante su memoria, que solo evocan contados familiares. En este caso reaparece ahora porque su historia está escrita en los periódicos y era cuestión de buscarla.

Por eso la rescatamos hoy.

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