Uno de los datos más llamativos de cuantos se relacionan con el anuncio de que Portugal rematará el proyecto de AVE hasta la antigua frontera con Galicia en 2030 es la afirmación de un ministro lusitano en el sentido de que el Gobierno español apuesta por un trayecto que elude Galicia para enlazar Oporto con Madrid por Extremadura. Pasando por Lisboa, se supone, porque otra hipótesis sería tan absurda como la supuesta pretensión de don Pedro Sánchez y compañía. Al que, si no lo hace antes motu propio, habría que exigirle que aclare esa referencia cuando se reúna con su colega el señor Costa quien, por más que alguien se empeñe en negarlo, tiene una dimensión como gobernante bastante mayor, y mejor, que el español.

Y es que, vistas las cifras macroeconómicas, las de empleo y las maneras con las que ambos gestores se enfrentan a los mismos o parecidos problema son, más o menos. las que hubo entre Varoufakis y Pedro Solbes, Pero, retornando a la cuestión del AVE, y antes de que el señor Sánchez anuncie al mundo que su gabinete se pone a ello para coincidir con los plazos lusitanos, no estará de más poner las cosas de la memoria en su sitio y recordar que todos los gobiernos que han sido aquí desde hace medio siglo han tardado la tercera parte de ese tiempo, poco más o menos, en construir el ferrocarril de alta velocidad entre Madrid y Ourense. Por no citar del inconcluso del eje atlántico.

O sea, que han dejado en el limbo no sólo la construcción del tramo entre A Coruña y Ferrol, como el aún más complicado entre Vigo y el punto en que se encuentre con el que proyectaron los vecinos. Ambos recorridos son estratégicos, pero con ellos ocurre lo que con el tal Fernández que se inventó aquel humorista, Pepe Iglesias apodado “el Zorro”, que decía de su personaje lo de “nunca más se supo”. Y es que no se queda la cosa en una broma: cuando alguien pregunta, en Madrid o en Santiago de Compostela, qué pasa con el remate del AVE atlántico, sólo recibe como respuesta un silencio sepulcral del interrogado, que pone cara de póker. Y lo de “sepulcral” viene a cuento de que el tal Fernández lo citaba como “finado”.

Y quede claro que aquí, en Galicia, nadie bromea con algo tan serio como lo sería la culminación de esa vía férrea, no sólo por lo que supondría para galaicos y lusitanos en cuanto a comodidades, sino a la vertebración infraestructural de la eurorregión y, con ella, el impulso definitivo que necesita para alcanzar plena operatividad.

Bromas aparte, conste que fastidia, la verdad, cerrar septiembre, icónica referencia de este Gobierno durante sus años de mandato: ese mes tendría que haber sido el de la aparición del estatuto de electrointensivas, que habría quizá evitado el cierre de “Alcoa” y también para esta misma época se coreó el remate del AVE Madrid-Galicia con la adecuación de vías, que tampoco, como aún se espera la circunvalación ferroviaria de Ourense. Y no parece necesario recordar que nada de esto que se cita está rematado, y aunque ya es costumbre gubernamental cantar aquello, tan infantil, de “Vamos a contar mentiras”, no está de más recordarlo para que todos y cada uno de los habitantes del noroeste de España y norte de Portugal no se llamen a engaño. Que luego vienen las desilusiones y, además, con otro AVE en proyecto, puede suceder que se produzca una indigestión de alta velocidad o algo parecido. Y alguien puede perder el oremus.