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Luis Carlos de la Peña

El morbo

Era tanta la expectación ante el cara a cara de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que la comparecencia del primero en el Senado para dar cuenta de la crisis energética, las medidas de ahorro establecidas al respecto y la situación económica, parecía la mera coartada para un enfrentamiento tan inevitable como inaplazable.

La enorme incertidumbre que atenaza a los ciudadanos con motivo de la guerra en Ucrania y la consiguiente aceleración de factores que perjudican las condiciones de vida, singularmente en Europa, atrae la atención hacia los líderes políticos. Pedro Sánchez ha logrado, en aplicación de su manual de resistencia, salvar los obstáculos legislativos de su gestión interna y situarse en el círculo más próximo al núcleo decisorio de la Unión Europea. Por su parte, la irrupción de Feijóo en la escena política nacional se ha visto acompañada de un notable ascenso en las catas demoscópicas de intención de voto. La sociedad española necesitaba este debate inaugural del curso político; necesitábamos tantas certezas con respecto al inmediato futuro como tomar la medida de la adecuación de los principales líderes políticos del país ante este formidable desafío.

Que la comparecencia tenía más que ver con el cara a cara que con el debate sobre la difícil situación a la que nos enfrentamos, quedó claro cuando se llegó al tiempo de las réplicas. De pronto, tanto Sánchez como Feijóo se quejaron de ser reiteradamente insultados, lo cual no evitó nuevas mutuas descargas de agravios. Los diagnósticos sobre la crisis energética, la crisis inflacionaria y el amenazante futuro pronto se vieron orillados por la pequeña –en este caso– política nacional y aún más por el enfrentamiento personal del que el futuro parlamentario nos dará a buen seguro nuevas abundantes muestras.

"PSOE y PP, por boca de sus principales referentes, dedicaron muchos minutos a reprocharse mutuamente su incapacidad para ponerse de acuerdo en nada"

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PSOE y PP, por boca de sus principales referentes, dedicaron muchos minutos a reprocharse mutuamente su incapacidad para ponerse de acuerdo en nada. Nunca quedó claro que ninguna de las partes tuviera el mínimo interés en acordar nada, pero la política española está hecha de sonoros brindis al sol y mediocres faenas de aliño. Los sesenta minutos largos de la intervención inicial del presidente del Gobierno se fueron en pormenorizar las medidas y logros alcanzados en tres ejes de actuación: la energía, los precios y la economía y el empleo. En todos ellos, Sánchez no dejó pasar la ocasión de comparar la sensibilidad social con que su gobierno adopta las medidas oportunas con las tomadas por el gobierno de Rajoy ante la crisis financiera a partir de 2012. La respuesta de Feijóo no se alejó un milímetro de los argumentos esgrimidos a lo largo de las semanas de agosto: insuficiente recuperación del PIB tras la pandemia, aumento de la deuda pública y los efectos lacerantes de la inflación en las economías domésticas y en los sectores industriales intensivos en consumos energéticos. Con las réplicas, el presidente Sánchez pareció perder el guion que justificaba su solicitud de aquella comparecencia. Prefirió olvidar su notable línea argumental, empedrada con logros suficientes a lo largo de muchos meses de duro trabajo, para enzarzarse en un deseado cuerpo a cuerpo armado de la reiterada “insolvencia o mala fe” dirigida al emergente líder del PP.

Entre la gravedad de la situación que vivimos y el morbo que planeaba sobre la comparecencia, ganó este. Todo un síntoma.

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